Dos manos. Un tiempo fuera. Una tormenta interrumpida. Una hoguera apagada apresuradamente. Afuera de la cabaña en medio del bosque parecía el fin del mundo, los árboles milenarios se balanceaban víctimas de las rachas de viento y lluvia que azotaban sin piedad más allá del claro, y de pronto la luz, una potente luminosidad los envuelve, abrazados se sienten invisibles, poderosos, inmortales. La luz los eleva hasta el límite del tejado de la cabaña, mientras afuera se escuchan llantos y lamentos, gritos de rabia y conjuros en lengua antigua. Ellos, se abrazan y no atinan otra cosa que hacer que besarse, con un beso desesperado, sus pensamientos son de tragedia, funestos, no piensan más que en la despedida, quizá era demasiado riesgo, quizá perderían la vida los dos, así abrazados, como dos eternos amantes en desgracia.
El Caballero Escarlata levanta su mano derecha y grita sobre el ruido de la tormenta, la luz que emana de su cuerpo envuelve la cabaña cada vez con más fuerza. Ya nada hará que su protección desaparezca. Dentro, la Princesita y el joven discípulo del Caballero Escarlata se funden en un último abrazo, hasta que ella desaparece y el se desvanece en la nada. Después todo es silencio, una calma sobrenatural embarga el lugar. El fuego en la chimenea se apaga, se mueren las brasas. Repentinamente deja de llover, la tormenta ya no es una amenaza y el silencio solo es roto por el galope de caballos acercándose.
La Princesita aparece en su habitación del Palacio, bajo los edredones de su cama real, dormida piensa que todo fue un sueño, pero su alma le dice que fue verdad. Estuvo con él en la cabaña secreta del bosque. Lo amo, y lo ama todavía más. No quiere despertar, si es que es un sueño desea dormir por siempre. Afuera hay un bullicio que le parece muy lejano, sus ojos empiezan a percibir que amanece en las tierras del reino. Pero no quiere abrir los ojos, no quiere. Desea perderse para siempre en el sueño eterno en el que se encuentra.
Se siente en paz, una enorme calma envuelve su cuerpo y sus pensamientos y entonces vuelve a dormir, sueña que su dama de compañía grita su nombre pero ello no desea contestar. Y guarda silencio.
El Caballero Escarlata levanta su mano derecha y grita sobre el ruido de la tormenta, la luz que emana de su cuerpo envuelve la cabaña cada vez con más fuerza. Ya nada hará que su protección desaparezca. Dentro, la Princesita y el joven discípulo del Caballero Escarlata se funden en un último abrazo, hasta que ella desaparece y el se desvanece en la nada. Después todo es silencio, una calma sobrenatural embarga el lugar. El fuego en la chimenea se apaga, se mueren las brasas. Repentinamente deja de llover, la tormenta ya no es una amenaza y el silencio solo es roto por el galope de caballos acercándose.
La Princesita aparece en su habitación del Palacio, bajo los edredones de su cama real, dormida piensa que todo fue un sueño, pero su alma le dice que fue verdad. Estuvo con él en la cabaña secreta del bosque. Lo amo, y lo ama todavía más. No quiere despertar, si es que es un sueño desea dormir por siempre. Afuera hay un bullicio que le parece muy lejano, sus ojos empiezan a percibir que amanece en las tierras del reino. Pero no quiere abrir los ojos, no quiere. Desea perderse para siempre en el sueño eterno en el que se encuentra.
Se siente en paz, una enorme calma envuelve su cuerpo y sus pensamientos y entonces vuelve a dormir, sueña que su dama de compañía grita su nombre pero ello no desea contestar. Y guarda silencio.