Va surgiendo de las sombras del bosque estival. Lleva consigo la verdad, la lealtad, la justicia, los sueños de todos. Sueños colectivos hechos de pedacitos de esperanza. Monta un caballo blanco, valiente caballero, su nombre es temido por muchos, el Caballero Escarlata galopa sorteando los árboles y encrucijadas del bosque real, sabedor de que tiene que llegar antes de que sea demasiado tarde.
Y en los linderos del Palacio un muchacho, indeciso y profundamente aterrado, no se atreve a moverse de su escondite mientras observa como el Caballero Negro levanta la mano izquierda y lanza una maldición al cielo. La lluvia cae con insistencia, arrecia, un relámpago ilumina el contorno de algo que se mueve entre la maleza del bosque, algo que resopla, se acerca.
En una cabaña escondida en lo más profundo del bosque, un fuego arde en una hoguera, dos cuerpos se abrazan, se reconocen, a sabiendas de que todo aquello está prohibido, que el pueblo no entendería, que el Palacio no permitiría, incluso que uno de ellos podría ir directo al calabozo, condenado a prisión por su atrevimiento. La Princesita sonríe con la mirada, callada, une sus labios a los del joven que la abraza, y le dice que la adora, que nadie como ella en el mundo para hacerlo feliz. Y ella sabe que es un sueño, una fantasía, un castillo hecho de aire y nubes. Pero no le importa, quiere seguir soñando a que es cierto.
En la otra orilla del bosque, lejos del Palacio, un jinete cabalga a toda velocidad dejando tras de sí una estela escarlata. Va pronunciando hechizos en lengua antigua, su espíritu se concentra en la voz que atraviesa el bosque llevando una maldición dirigida a la Princesita y a su enamorado, que no saben lo que está por venir.
En la puerta del Palacio dos guardias somnolientos se muestras aturdidos y molestos por la insistencia de un muchacho que quiere hablar con la dama de compañía de la Princesita, dice saber donde está y asegura que corre peligro.
Y en los linderos del Palacio un muchacho, indeciso y profundamente aterrado, no se atreve a moverse de su escondite mientras observa como el Caballero Negro levanta la mano izquierda y lanza una maldición al cielo. La lluvia cae con insistencia, arrecia, un relámpago ilumina el contorno de algo que se mueve entre la maleza del bosque, algo que resopla, se acerca.
En una cabaña escondida en lo más profundo del bosque, un fuego arde en una hoguera, dos cuerpos se abrazan, se reconocen, a sabiendas de que todo aquello está prohibido, que el pueblo no entendería, que el Palacio no permitiría, incluso que uno de ellos podría ir directo al calabozo, condenado a prisión por su atrevimiento. La Princesita sonríe con la mirada, callada, une sus labios a los del joven que la abraza, y le dice que la adora, que nadie como ella en el mundo para hacerlo feliz. Y ella sabe que es un sueño, una fantasía, un castillo hecho de aire y nubes. Pero no le importa, quiere seguir soñando a que es cierto.
En la otra orilla del bosque, lejos del Palacio, un jinete cabalga a toda velocidad dejando tras de sí una estela escarlata. Va pronunciando hechizos en lengua antigua, su espíritu se concentra en la voz que atraviesa el bosque llevando una maldición dirigida a la Princesita y a su enamorado, que no saben lo que está por venir.
En la puerta del Palacio dos guardias somnolientos se muestras aturdidos y molestos por la insistencia de un muchacho que quiere hablar con la dama de compañía de la Princesita, dice saber donde está y asegura que corre peligro.
1 comentario:
That's what i wus talking about!!!
Tiene un pequeño error de dedo en el ùltimo pàrrafo, digo, pa que sea prìstino.
Saludos y que siga el cuento!!!
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