Al interior del consejo real.
-Lamentablemente no hemos tenido éxito en la búsqueda de nuestra Majestad, hemos de seguir buscando, pero las esperanzas cada vez son menores –empezaba a decir la anciana que había fungido como Dama de Compañía de la princesita. –Me parece que es nuestro deber llegar a un acuerdo sobre cómo se gobernará el reino mientras nuestra princesa no esté aquí –propuso la mujer con una mueca de resignación, acaso de consternación por lo que acaba de decir. Los miembros del consejo empezaron a murmurar, no concebían la mala suerte que ahora parecía ensañarse con su reino, primero el absurdo accidente de los reyes, quienes en su testamento habían dejado claro que sería la princesita, traída desde su internado, quien sucedería en el trono a sus padres. La muerte de un miembro de la familia real siempre era motivo de tristeza entre el pueblo, pero eso ya era demasiado, podría haber revueltas entre los súbditos, quizá algunos señores feudales aprovecharían la oportunidad para hacerse de más poder. ¿Qué podría hacer el Consejo Real con apenas representación de algunos ancianos?
-¿Y bien? –apuró la anciana a los consejeros –debemos iniciar el debate sobre el destino de nuestro reino.
Todos en el consejo sabían la respuesta, habrían de nombrar un interinato, con los votos necesarios cualquier miembro del consejo podría ser sucesor de la familia real, se requerían de dos terceras partes para ser nombrado rey o reina. Así se lo hicieron saber a la Dama de Compañía de la Princesa, quien parecía haberse erigido en moderador del consejo. Dos terceras partes de los votos, maldita sea, pensó la anciana, parecía imposible. A ese paso podría llevar días, así que se dirigió a los pares del consejo de la siguiente manera:
-Las tradiciones indican que deberán votar por un miembro de este venerable consejo, de entrada todos son candidatos viables, pero el ganador deberá contar con dos tercios de los votos. Los conmino a generar consensos por el bien de nuestro pueblo.
Una vez que se tengan las papeletas con los votos serán contados por el Maestre, deberá ser el miembro de este consejo de mayor edad, así que Maestre Carmell –dijo la anciana dirigiéndose al que parecía ser el más anciano de la concurrencia –será usted quien dirija esta votación. Les recuerdo que la sala del consejo se sellará, no podrán salir hasta que tengamos un ganador.
Tres tercios de los votos, pensaron todos, parece imposible.
Las puertas de la sala se cerraron, se encendieron los candelabros, se repartieron las papeletas, el mediodía comenzaba a ceder su lugar a la tarde.