Ojos como almendros florecidos, de
tardes que son las mismas y nuestras,
de noche que nunca vienes y se,
que en sueños siempre demuestras,
somos como dos extraños y muestras
los labios al viento que no cede,
como quien invita al beso detrás
de la puerta entreabierta de la fe.
Y yo te quiero todos los días
con sus noches estrelladas como
quiero a mis mejores melodías,
ni de pena el corazón asomo,
ni mi alma que peligra entrevías,
no averiguo de su libro el lomo
[corazón diestro de tantas niñerías].
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