No es que el tiempo parezca que se muere,
es que el sol se va poniendo anaranjado
y las nubes de un violeta ensangrentado
son presagio de la noche que no quiere
verse menos en la hermosa oscuridad,
pero en mi cuerpo hay esta oquedad,
precisa muestra de la nostalgia,
como del alma dolor y lumbalgia,
vivo con las dagas del desamor
clavadas como álfileres
sangrante la piel y el escozor
de saberme tuyo en los placeres,
y es que extraño de la luz el toque,
la mirada exacta que se queda
como símbolo grabado a retoque
entre la verdad y fantasía que pueda
componer una alegoría
a esta azorada vida mía.
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