Vamos queriendo ser queridos,
un paso atrás del amado,
nunca terminamos,
como máquinas de sonrisas
repartimos lustrosos
candiles del rostro,
muecas por bocas que saludan.
Los solitarios vamos a la cama,
hacemos el amor
pero nunca
nos damos por vencidos,
creemos que la siguiente será mejor.
Seguimos tomados de la mano,
esperando que el otro de un paso,
inicie la conversación,
y luego,
suicidas nos estrellamos,
nos pegamos un tiro de realidad.
Los solitarios andamos lento,
de corazón cansado,
nos enteramos a destiempo
que el amor se fue de viaje,
sin maletas ni presupuesto.
Volvemos nuestros ojos al azar,
buscando en otros ojos la verdad
a sabiendas que al despertar
nos hallará el desasosiego,
la muda respuesta,
lo que se va callando,
el hartazgo de no ser uno mismo,
de creerte la historia manoseada
de que algún día todo cambiará.
Los solitarios andamos las calles,
como turistas,
como perdidos,
admirados de lo cotidiano,
con la nostalgia por mochila
y la añoranza de abrigo.
Adictos a la tristeza omnipresente
flagelamos la conciencia
con verdades a medias,
mentiras completas,
lecturas de madrugada
y canciones que no son nuestras.
Los solitarios,
bulímicos de la felicidad,
nos damos alegres atracones
y luego, decepcionados
volvemos el estómago
en aras de la franqueza,
no somos si no mediante
los otros que nos definen.
Callados vamos recorriendo
el viacrucis,
al patíbulo,
la hoguera nos aguarda
y nosotros la abrazamos
con ternura,
con locura,
esperando,
que ahora sí
la experiencia orgiástica
nos alcance.
Los solitarios
nos inmolamos
creyendo que alguien llorará
el sacrificio,
al final,
bajo el manto de la noche,
todos morimos por igual.
1 comentario:
Y cuando llega quien los quiere, lo rechazan...
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