Tuve una vez tus ojos,
sol de mis mañanas,
almendros,
ámbar milenario.
Tuve otra vez tu piel,
tierra inexplorada,
campo de girasoles,
mía como mapa secreto.
Tuve aquel día tu cuerpo,
continente conquistado,
descubierto,
entregado,
transparente y luminoso.
Amado.
Tuve tu voz en un susurro,
en mi oído,
en mi boca,
en mi piel,
tu voz como un grito
que se encumbra
y se despeña
cuerpo abajo.
Tuve esa vez tus manos,
reconociendo,
aprendiendo lenguajes nuevos,
reencontrando,
andando mis caminos.
Tuve una vez la historia
más increíble del mundo.
1 comentario:
No es un adiós, siempre estaré, siempre estarás...
Volveré a verme en esos ojitos oscuros, y tu en los míos, que son tuyos...
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