Nada se comparaba con el placer de fumar después de que a uno lo madrearan. Luego pensar en la muerte mientras ves un ataúd es el cliché más obvio de la mente.
Muertos como aquel los había visto en muchos lados, años atrás en su época de estudiante de medicina se robaba los cuerpos sin dueño de los cementerios y los cocinaba a fuego lento en un tonel con cal y pencas de savila, con la firme intención de luego armar un rompecabezas con los doscientos seis huesos.
Pero no estaba muerto, ni andaba de parranda, ninguna pendejada de esas.
Una vez muerto nadie escuchará tus gritos.
...Alberto siguió andando, fumando de su Lucky con cierto recelo hasta de su sombra, no en vano había vuelto de la muerte el muy cabrón, como una imagen surrealista, como cuadro de Dalí, derritiéndose por los bordes, saliéndose del marco de la pintura que era la vida.
Descubrí el arma guiñándome con su ojo único bajo la almohada, el tambor vacío. Y una sensación de muerte segura cosquilleándome las manos.
A veces deseo largarme de mochila y nada,
entre las manos llevarme solo los motivos.
entre las manos llevarme solo los motivos.
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