A todos mis muertos.
Nunca como ahora se añora,
se anhela compartir un pedazo de pan,
una hogaza de esperanza señora
de la sonrisa eterna, y nos dan:
un café caliente, un chocolate,
un caballito de tequila que despierte
a los muertos de corazón que aun late,
ande señora, abráceme fuerte,
volvámonos uno esta noche de noviembre,
sobre el altar que es camino
y de los santos difuntos destino,
ande querida, deme el beso de la bienvenida,
lléveme por esos derroteros del otro mundo,
donde la felicidad es cosa de todos los días,
y la igualdad se basa no sólo en utopías,
no hay cosa más igualitaria que la muerte misma,
deme a beber de la copa del sueño eterno,
pero no me deje en las puertas del infierno
porque he pecado pero estoy arrepentido,
déjeme a donde todos mis muertos han ido,
quiero ver al primo, al tío y a Juan el bisabuelo,
compartir con ellos el pan y el vino,
y en las noches de muertos causar gran revuelo,
escaparnos del cementerio y con mucho tino
lanzarle besos a nuestros queridos vivos.
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