La ropa hecha jirones,
sobre la cama dos sobres,
la despedida que se auto mutila,
los ojos que se niegan a lo absurdo.
Ha habido, dijo el corazón a fuerza de latir,
hemos tenido razón gritaron el par de zapatos
mientras los pateaba con desgano,
bajo la cama continuaron los sollozos,
clara bofetada de realidad,
y sigue la imagen de los trozos de tela,
del sudor que no quema,
del calor que devuelve la vida entera,
a pesar de las ventanas abiertas.
Tras el muro de flores amarillas
te he tenido, como casi cada tarde,
epifanía que me vuelve uno solo,
como cada noche.
La cerca estaba cerca,
el zumba que zumba del mosquito,
la comezón incesante de estar vivo,
y la visión de tu piel hecha jirones,
tan perfecta y mía,
tan pura y cristalina,
tan lejana y sin embargo siempre presente.
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