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martes, abril 29, 2008

Musa breve

Me viene la musa breve, cuenta gotas,
pedacitos de luz colándose entre rejas.
Me viene escribir diatribas,
metáforas y apologías personales,
musa breve me derribas
en tu cintura de corales,
blanca espuma,
mar que abraza traicionero,
mil razones para decir no quiero.
Y pasan noches como dagas,
espadas sobre nuestras cabezas
mientras te envuelvo con las sagas
de héroes, villanos y princesas,
pasas días con sus tardes y regresas
a decirme que este ajado corazón
me desea, sutil, breve paradoja
de amaneceres faltos de razón,
yo creo todo lo que dices,
mas no hay historia que escoja
su final, por no morir,
cuando de escribirla acabes.

jueves, abril 24, 2008

De princesas y otros cuentos VI

En el palacio, la Princesita se aburría escuchando las palabras de su dama de compañía quien le insistía en organizar el baile anual del principado, con el fin de buscar un buen mozo entre los nobles y formalizar un posible matrimonio. Lo que la dama de compañía no sabe es que la Princesita esta harta de su perorata del prometido, y observa por la ventana de la torre del ala oeste del palacio al pueblo que más allá del bosque real se erige como una invitación a su curiosidad. ¿Qué cosas habrá más allá del bosque? Piensa la Princesa y se levanta para acercarse al balcón.

miércoles, abril 23, 2008

Leyenda personal

Sobreviviente.
Itinerante.
Lector.
Orador.
Escritor errante.
Corazón peregrino.
Brazos protectores.
Alma gemela.
Ojos del oriente.
Labios subsaharianos.
Cuerpo indoamericano.
Pies descalzos sobre la arena.
Sueña que vuela.
Llora a veces sin miedo.
Piel de raza cósmica.
Canta trovas a la noche.
Besos furtivos tras la sombra,
dame mil y un razones.

lunes, abril 21, 2008

Ando

Ando por ahí con una comezón terca en las entrañas,
pensando si también andarás por esas calles
con el ansia de mirarme y decirme: hoy no falles,
que esta pura y visceral sensación es que me extrañas.
Ando siempre con la mirada clavada en tus caderas,
esperando que en mis manos sean materia
de esculpir alegorías de fiestas verdaderas.
Ando casi siempre con el alma desgarbada,
alegre cómplice de los sueños de mi almohada,
y ansían mis manos construirte un abrigo
en noches de frío viento y nostalgia socavada.
Ando por ahí cerca de ti con esperanza,
con una fe infinita en este futuro incierto
que tus ojos me han dejado al descubierto,
para que en mis sueños de esta andanza
logre muros derribar con tu cuerpo de alabanza.
Ando y de tanto andar he dibujado senderos,
un camino para que lo sigas por las tardes,
mapa antiguo que te lleve amores venideros,
y que sean para ti fuera de alardes:
vereda de señales milagrosas
para que en las noches tú me abraces
y me digas qué ciertas son las cosas,
y en tu cuerpo mi corazón haga las paces.

jueves, abril 17, 2008

Qué me queda

Ya no tengo mis ojos que te vieron un día,
he perdido mis manos que tocaron tu herida,
extravié mis latidos que te llenaron de vida,
a cada instante de la noche te perdía]
Balcón de las memorias que se han ido,
qué ventana quedará cerrada al hastío,
al inconstante sentimiento hoy le pido
que me deje ser delirio y no impío]
Me he quedado tan solo con dos alas,
de las blancas palomas, su canto,
de la bruma taciturna, noches malas,
del gato en la cornisa, su llanto]
No me restan palabras de suficiencia,
para escribir este impropio, diatriba
a mis momentos de impaciencia,
exordio por el tiempo en que reciba
tu aliento,
tu voz,
tu risa de luz,
la humedad de tu presencia misma.

martes, abril 15, 2008

De princesas y otros cuentos V

El joven miró a través de la ventana que daba a la calle, nubes negras que presagiaban tormentas le dieron las buenas tardes tenga usted señor, se quedó pensativo frente al cristal empañado por su aliento, hacía tan sólo dos días que había llegado al pueblo, buscaba, sólo Dios sabe qué era lo que el muchacho buscaba, pero lo venía haciendo con afán.
Bajó al mesón del hostal donde se estaba quedando, por un real consiguió techo y comida por un mes, por el momento eso no iba a ser problema.
-Bonita tarde- dijo a la mesonera que sonrió ante el claro sarcasmo mientras pensaba que no había tarde más horrenda que aquella.
El muchacho se acomodó en una mesa, cerca de la barra, se alisó el cabello casi negro, lo llevaba largo, a la usanza de los escuderos, pero él, o no era escudero o se le había perdido su señor. Entornó los ojos para ver hacia la puerta, alguien entraba al mesón, alguien que podía hacer callar los gritos de los parroquianos, alguien de mirada esquiva pero intimidante; el joven no le dio mucha importancia, después de todo ese día se sentía invencible. Ese día podía lograr lo que quisiera, podría incluso atreverse a besar a la princesa si su carruaje real se atravesara en su camino.
-¿Estaís seguro?- le cuestionó una voz grave de acento como de río crecido. El joven se volvió para saber quién había osado leer su pensamiento y se encontró de frente con el hombre de negro que lo miraba desafiante y repitió:
-¿Estaís bien seguro de que podríais besar a la princesa?
-Bue... bueno- titubeó el muchacho- ¡Claro, si me lo propongo, lo haré!- dijo más convencido que nunca.
-¿Y... por qué?- quiso saber el hombre de negro.
-¿Por qué... qué?- evadió la pregunta el joven mientras apuraba un trago de vino amargo como la situación en la que se estaba metiendo, quizá aquel extraño hombre era en realidad un guardia de palacio que encubierto buscaba a aquellos que se atrevieran a hablar mal de la corte y de su princesita.
El hombre de negro posó su mano derecha sobre un hombro del muchacho y acercó su rostro al oído de éste: -¿Por qué eres capaz de besar a la princesita?
El joven no supo qué decir, se quedó helado, con el vaso de vino a medio camino entre la mesa y sus labios. El de negro le dijo en un último susurro: -Si tú logras besar a la princesita, yo te haré rico y poderoso- soltó el hombro del muchacho que no atinó a voltear y salió del mesón igual que había llegado, en silencio, en medio de un extraño e inexplicable silencio.

viernes, abril 11, 2008

Por tardes de inconsciencia

Estos años que aún me restan para darte,
tengo]
estas manos para hacerte mil memorias,
tengo]
estos ojos que te cuentan mil historias,
tengo]
este corazón que no deja de latirte,
tengo]
esta risa que fluye por mis venas,
tengo]
estos brazos para construirte una casa,
tengo]
esta alma que se condena día y noche,
tengo]
este pecho que respira apenas,
tengo]
por decirte tantas palabras sin sentido,
por hacerte dos poemas y un delirio,
por viajar el tiempo que nos separa,
para entregarte mi disculpa en tus manos
santas]

Déjame llorar, por ti
Montaner

jueves, abril 10, 2008

Nubes de algodón

En un murmullo de luna llegas,
bajo el auspicio de la noche tibia
llegas]
Me dejas un beso clavado en el alma,
enciendes un cirio por mi salvación,
que de infiernos están llenos, dices,

los enamorados]
Vuelve pues tus ojos de niña mía,
no me mires con fuegos que acusan,
dime entonces qué cuentos sueño,
para no verte,
para no tocarte]
Que de enamorados están llenos,
dices,
los infiernos]
y el murmullo de la luna,
y tu beso soterrado,
y el cielo lleno de nubes
de algodón de azúcar:
deja que solo me condene,
no me sigas,
no te alejes,
no te quedes,
dame la esperanza que se pierde,
que mi recuerdo se borre, dices,
jamás permitas]


"Bésame en la boca, con tu lágrima de risa"
Montaner

De princesas y otros cuentos IV

Interdicto

El hombre de negro bajó de su caballo, que como una extensión del mismo era oscuro como la noche. Los cuervos del bosque cercano graznaron, quien los hubiera escuchado pensaría en una especie de bienvenida. El montaraz, negra capa, negro sombrero, negra mirada, encendió una pipa con parsimonia, sabía que detrás de las ventanas, en todas las casas de la calle que daba a la taberna, había decenas de ojos asustados, otros curiosos, pero que no lo perdían de vista. Sonrió, pero fue más bien una mueca, un gesto, un casi anuncio, una advertencia, “no te acerques a menos que quieras perder la vida”.

Caminó el hombre de negro por la calle, se limpió las botas del lodazal y entró en la taberna del pueblo, antes, se volvió a la majestuosidad del Palacio que imponente regía todo el valle desde la montaña donde hacía ya muchos siglos, tantos que la memoria colectiva había guardado en eso que se llama leyendas, se erigía como un tótem.
Las nubes se ennegrecieron, “señal de tormenta”, dijo el tabernero al recién llegado, pero al verlo enmudeció, sus ojos se llenaron de miedo y no dijo una palabra más.

miércoles, abril 09, 2008

De princesas y otros cuentos III

He aquí que el viento trajo el murmullo del desasosiego, algo se cernía como una amenaza sobre el principado, algo oscuro, denso, desconocido. Los caballos en el establo real estaban nerviosos, los cazadores de alces tenían días que no encontraban buena caza, los perros de guardia del Palacio se escondían ante la menor provocación, eran días de guardar.
La Princesita despertó al ruido del aleteo de las palomas en su alféizar, su corazón dio un vuelco como todos los días en que amanecía nublado, le provocaba una tristeza infinita ver las nubes llover, era como llanto callado. Estaba además la noticia de su dama de compañía sobre una idea alocada de buscarle un prometido en los reinos y principados vecinos. De qué se trataba, de controlar su vida, ¡jamás!
La Princesita se calzó, se puso un vestido nuevo y esbozó una media sonrisa, “no hay mal que por bien no venga”, pensó, pero también tuvo otros pensamientos. Llamó a su Dama, le indicó dónde sería el desayuno del día y al hacerlo sintió un estremecimiento, cómo si una voz interna le dijera que algo andaba mal.
He aquí que el viento trajo el lamento de la angustia, la que aprisiona el corazón y provoca un vacío en la boca del estómago; los viajeros se arropaban en sus diligencias, los niños abrazaban a sus madres, el hombre que regresaba de una larga jornada besaba a su mujer, algo se avecinaba.
Algo.

lunes, abril 07, 2008

De princesas y otros cuentos II

Sus ojos almendrados reflejaron la luz del sol mientras se disponía a bajar de sus habitaciones para el desayuno real, sus casi trece años de edad se rehusaban a seguir las reglas de los adultos, pero sabía muy bien que tarde o temprano tendría que seguir los pasos de sus padres, gobernar con sabiduría para todo el principado, que ahora le pertenecía. La princesita sonrío a su dama de compañía, una mujer mayor que se sorprendió al ver la sonrisa despreocupada de su señora, pero pensar en ella como una señora le provocaba un hueco en el estómago, “si apenas es una niña”, pensó la dama que acompañaba a la princesita mientras bajaban las escaleras del palacio real.
La princesita ordenó, con una voz que tenía una autoridad hasta entonces desconocida para si misma, que se sentaran todos a la mesa y dispuso del desayuno como si lo hubiera hecho mil veces en su pasado, la corte real se alegró de no ver un atisbo de duda en su princesa, más de un duque o un conde o hasta los pares pensaron que pronto llegaría el momento de buscarle un príncipe casadero.

miércoles, abril 02, 2008

De princesas y otros cuentos

La princesita llegó, con su vestido largo y su cabello negro y lacio, con sus ojos de luz y su sonrisa plena, bajó del carruaje con actitud de reina y posó su mirada sobre su principado. La princesita sonríe con luz de mil soles, y sus ojos te acribillan el alma cuando te miran.

The little princess