A fuerza de buscarle una excusa al sentimiento
encontré mil razones para seguir este camino
de azares siempre lleno, de momentos
claroscuros de recuerdos repentinos,
acaso la duda que apuñala lento
es motivo bastante para este linchamiento,
qué no sabe el corazón que se guarda
las heridas en el bolsillo de la indiferencia,
qué no sabe el alma que lleva
las cicatrices como trofeo de imprudencia,
como rezo terco que al cielo eleva,
como mantra necio que aguarda
al oído siempre eterno de un dios
que no escucha,
a fuerza de vivir metido en estos sinsabores
de lamer el yugo que nos tiene malheridos,
vamos andando este viacrucis de dolores,
esta vereda de espina y sueños compartidos,
qué no sabe la razón que se mutila
los brazos para no acoger su verdadero sino,
qué no saben los ojos ciegos:
la premura de los abrazos repartidos
bajo el manto inamovible de lo cierto.
