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jueves, diciembre 31, 2009

El día último

En este último día del año

Las luces del decorado anuncian la llegada de otro año, el viento frío nos recuerda que diciembre casi se va, dando paso a un invierno más, pero el cielo está despejado, no hay nubes amenazando con llover, el sol, taciturno, en su lento caminar hacia la noche me mira desde lo alto. Sentado frente al balcón veo la calle desierta, no hay niños jugando en las banquetas, no hay alguien que devuelva mi saludo, desde la ventana sólo puedo ver la casa vacías desde hace tiempo.
Y te pienso, vuelve siempre tu recuerdo, cercano en la distancia, pero lejano en la certeza de saberte mía, en las noches de nostalgia vuelvo mis ojos tristes y te dibujo bajo mis sábanas, perfecta, exacta, en toda la dimensión de tu presencia, conozco de memoria tus marcas precisas, la extensión de tus piernas y el hueco de tu espalda, la curvatura de tus muslos y el calor de tu mirada. Tus ojos iluminan la oscuridad de mi añoranza, y es la certeza clara de volverte a ver la que mantiene mi alma enamorada.

Todo esto pienso, hoy que es el último día de otro año que se va, a sabiendas de que quizá no leas esto, de que tal vez lo sepas y sea cierto que con los ojos se hablan los que están enamorados.

miércoles, diciembre 30, 2009

Yo espero a que llegues, siempre

"Nunca pienses que te olvido, de hecho pienso en ti hasta cuando estoy dormido"


Yo te espero, como un niño sentado a la orilla del mar,
a que lleguen las olas a mojarle los pies descalzos,
yo te espero, sentado aquí en mi habitación,
con el deseo cierto de que aparecerás de pronto
en el quicio de la puerta con todo el esplendor
de tu presencia de diosa redentora de pecados,
yo te espero, despierto hasta en mis sueños,
donde habitas siempre y somos uno,
donde el tiempo se detiene y nada importa,
yo te espero a que llegues
como brisa matutina,
eterna dueña de mis versos desvelados,
cierro los ojos y entonces
mi corazón da un vuelco, pues has llegado.

martes, diciembre 29, 2009

Lo que añoro

Hace frío aquí dentro,
no hay hoguera ni cálido viento
que mengue el frío que siento,
mis brazos, mis piernas, el centro
mismo de mi alma toda,
cómo quisiera gritar tu nombre de noche,
bajo las estrellas del invierno,
decirte con caricias a derroche
lo que este sentimiento hace eterno,
te añoro, en la cercanía,
te extraño en la lejanía,
te pienso en mis tardes solitarias y frías,
y mis manos buscan bajo lo incierto:
tu cuerpo puro y cristalino,
desnudo y mío.

jueves, diciembre 17, 2009

Te llevo siempre

Me llevo los minutos sentados frente a un atardecer,
guardados en el bolsillo del pantalón
me llevo también las canciones que nos cantamos,
la poesía recitada a media voz,
los murmullos aun en medio del desierto,
tus ojos somnolientos,
los cantos de las aves al pasar,
el ruido de la cantera labrada a flor de tierra,
me llevo tus sonrisas envueltas en celofán,
el calor de tus manos en mi alma,
los acordes que sonaban como murmullos,
el sol sobre mi espalda y tus ojos fijos en los míos,
me llevo tu estatura y tu peso exactos
sobre mi cuerpo que te conoce de siempre,
tus susurros en mi oído derecho,
tu boca diciéndome que así eran las cosas,
tu aliento formando figuras caprichosas,
me llevo entonces todo lo que somos juntos
para no extrañarte allá a donde voy.

Por saberte mía

No me dejas alternativa alguna,
te busco bajo mi piel
que una vez te tuvo de guarida,
de refugio en la tormenta del deseo,
te busco pero no te encuentro,
desánimo que se apodera de mi alma,
cómo extraño los días de antaño,
la voz que me buscaba hace un año,
tu esencia de mujer que era mía
con más frecuencia que el alimento
para cada día,
y no surge gratuito el sentimiento,
se apodera de mi razón,
se envuelve en el corazón
que contrito se desvela por resistir,
no pretendo para nada insistir,
volverme un asiduo del reclamo
no es lo mío,
aguanto callado el vendaval de la noche,
el huracán de los sentidos que amo,
el temporal del temido hastío,
es verdad,
te extraño como añoro lo que era un día,
tu cuerpo desnudo sin ningún pretexto,
nuestras almas amándose en la oscuridad,
con el vuelco del corazón como contexto,
con los lugares cotidianos como escenario,
no hay tal, días como aquellos no vendrán
a alimentar nuestra vida de nuevo,
los tiempos han cambiado, me digo en silencio,
pero no lo quiero,
ansía mi cuerpo el cuerpo tuyo,
el calor que de tu vientre emana,
la mirada cómplice de quien sabe que ama,
no quiero el remordimiento,
ni la certeza de saberte lejana,
ni la incertidumbre de lo posible.

martes, diciembre 08, 2009

Confesiones

Yo puedo caminar mil kilómetros de vida contigo,
cantar canciones que aun no me he aprendido,
buscar tesoros de piratas que no han existido,
escribir cuentos cortos de crimen y castigo.

Yo puedo llevarte lejos entre caminos de tierra,
correr bajo el sol del verano en un pueblo cualquiera,
gritar hasta la afonía en un juego de futbol,
llorar hasta la ausencia de lagrimas por un arrebol.

Yo puedo tocarte el alma cada madrugada,
decirte al oído aquello que te haga sonreír,
reírme contigo por cualquier tarugada,
resolver el problema que te hace sufrir.

Yo entiendo que todas estas cosas que digo
me llevan a mundos de los que soy testigo,
escribo para no desgarrar mis vestiduras,
para sobrellevar el frío en las noches más duras.

Yo no soy quién para decirte: quédate,
tan sólo el remedo de poeta que te escribe,
el cantor que con su voz te ruega: esfuérzate,
que el tiempo siempre hace su parte.

lunes, diciembre 07, 2009

Viaje astral

Soy consciente de mis pies tocando el piso,
de mis manos sobre mis piernas,
estoy sentado, con los ojos cerrados,
soy consciente de mi respiración pausada,
de mis piernas flexionadas,
de mi espalda en el respaldo,
siento mis hombros relajados,
mis oídos atentos a la voz que se aleja,
mis labios cerrados,
mi corazón latiendo seguro, a buen ritmo,
inhalo y exhalo, y me doy cuenta de ello,
soy consciente del frío de la habitación,
de mi desnudez de cuerpo y alma,
del tibio abrazo de la brisa del fuego,
soy consciente de la cueva oscura,
de las brasas en el hogar,
entiendo el miedo que me envuelve,
¿dónde estás?,
puedo ver a través de la noche
mi mano que se extiende hasta ti,
puedo sentir la suave cordillera de tus pechos,
y la depresión de tu cintura al rozar tu piel,
soy consciente de la humedad de tu sexo
y del calor que de él emana,
invitación al desvarío eterno,
entonces me entrego a tu refugio,
cual amor perdido en brazos de su amante,
surco mares de deseo impostergable,
ando ríos que desembocan en tus marismas,
vuelo cielos como pinturas surrealistas,
escucho tu voz que me grita,
y en segundos como siglos fallecemos,
para juntos resucitar entre sollozos,
soy consciente de mis manos sudorosas,
de mi frente ribeteada por arrugas,
de mis piernas cansadas de este viaje,
de mi vientre ahuecado como gruta,
de mis ojos que se abren a lo lejos.

sábado, noviembre 28, 2009

Canción de amor

No es como decirte “quédate un poco más”,
ni como mirarte y que sepas todo lo que hay,
todo lo que el tiempo me ha enseñado,
lo que con palabras he ido hilvanando
en esto que llamo hacerte un poema,
miro tus ojos que sonríen llenos de luz,
siento tus manos sobre mi corazón
y entonces seguro estoy
que esto es tan cierto como el deseo
que lleva mi piel, que envuelve mi cuerpo,
que en silencio te grita “te extraño”,
y como canción que nunca recuerdo
sé que los versos van fluyendo,
la historia se va construyendo,
los labios se encuentran como mares,
como río límpido que llega al océano,
te voy diciendo con miradas todas
que te amo siempre… y todo.

viernes, noviembre 13, 2009

Mi niña de luz matutina

Viento nuevo ondea mis cabellos,
sitio que desconocido ayer hoy es bueno,
rotos que han sido todos los sellos,
brisa cálida sorpresiva de invierno,
no es que este amor sea eterno,
tan sólo que es tuyo hasta los huesos,
para siempre mientras no sea cenizas,
de tu propiedad corazón hecho trizas,
pegadito con cinta adhesiva,
curado con besos de toda suerte,
con abrazos de almas que esquivas
van evitando el roce de la muerte,
no es que este sentimiento sea vano,
tan sólo que muero por tenerte,
por dejar en tu piel mi impronta de poeta,
grabar con tinta de china sobre tus párpados,
tatuar mi homonimia en tu espalda,
llevarte incrustada como piedra preciosa
en la corona de mi reino que sin ti es nada,
no es que este añorar de tu cuerpo sea fútil,
tan sólo es que por tenerte cada noche
sufre mi ansiedad de muerte repentina,
deseo por viajarte a pleno derroche,
y saberte mía, mi niña de luz matutina.

miércoles, noviembre 11, 2009

Este frío

Cala el frío, hondo en el alma,
premonición exacta de tu ausencia cierta,
cala el viento en mi corazón sin calma,
es esta añoranza que me desconcierta,
ansío el calor de tus rayos de luz
y mis ojos de perro triste y mis brazos en cruz
desean el abrazo ausente, el roce
de una piel que se desvanece,
millones de agujas clavadas como dagas,
sólo tú tienes el bálsamo y el antídoto,
la fuerza de tu estrechez, me embriagas,
me llevas por caminos ignotos,
¡ay mi bien amada!
¿qué será del tiempo y la distancia?
cala, se va hundiendo en el cuerpo,
como espada,
este frío que no es mas
que mi añoranza de la madrugada.

viernes, noviembre 06, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXXV

Del verdadero nombre del señor de la oscuridad.

Hace muchos miles de años; tantos que en aquel tiempo no se medían los días, ni las semanas, ni los meses, ni los años, ni los siglos; existió un ser volcado a la maldad. Un ser que había sido creado para traer el equilibrio al mundo. Porque vio el Señor de la Luz Eterna que todo era paz y armonía en el mundo, y los hombres se acostumbraron a esa paz y esa armonía que se olvidaron de su Creador, no le hacían más alabanzas ni decían su nombre en voz alta al despuntar el alba. Envío entonces el Señor de la Luz a aquel ser de inmundicia para que con su conducta y acciones enseñara al hombre que también había sufrimiento, dolor, maldad e iniquidad, y que era posible optar por el camino de la luz otorgado por el Creador del Universo, y entonces el Hacedor de todo lo existente se refugió en su morada invisible y dejó al hombre a merced del ser oscuro.
Fueron aquellos tiempos los que forjaron las leyendas de la aniquilación, las ciudades fueron arrasadas con fuego y agua, un día comenzó a llover, una lluvia ligera, de esas que por descuido dejas que te vayan empapando, llovió día y noche, durante cien días con sus noches, llovió sin parar un solo instante, en todo el mundo surgieron hombres y mujeres justos que tomaron a su familia y a todo aquel que quisiera seguirles, construyeron su hogar sobre una embarcación, llevaron consigo a sus animales y algunos otros que eran salvajes, en jaulas y en establos dentro de sus barcas, guardaron granos y semillas varias para el viaje, plantas y arbustos de fruto. Fue así como en la memoria de las naciones quedó registrado el desastre del diluvio universal. Pero aun nadie sabía que el verdadero culpable de aquella desgracia estaba entre los hombres y las mujeres de bien. El ser de maldad siguió provocando desastres naturales, erupciones volcánicas hicieron desaparecer civilizaciones enteras bajo el agua, no obstante sus avanzadas técnicas ni su sabiduría, el gran continente de Atlán se hundió llevándose consigo miles de años de sabiduría y aprendizaje humano.
Ahora bien, ustedes podrían pensar en lo injusto que el Creador había sido al soltar a ese ser de maldad en el mundo, y retirarse a ver su obra. Pero no podemos olvidar que durante miles de años, el hombre y su mujer habían vivido en un paraíso sin penas ni dolor, y que se olvidaron de su Señor, a tal grado de no agradecer un nuevo día, el ser humano pensaba que todo aquello que tenía se lo merecía por derecho propio. Hay momentos en los que una lección sirve mucho más que mil palabras.
Surgió entonces como un murmullo de voces; como un cuento para dormir a los niños desobedientes, como una metáfora para explicar lo inexplicable; la forma de aquel ser del mal, que por el puro placer de ver sufrir a los hombres se aparecía e infundía miedo. Y los hombres le pusieron nombre para dirigirse a él cuando contaban las leyendas de sus abuelos, y las mujeres repetían en voz baja cruzando los dedos tras la espalda cuando relataban cuentos a los niños, el nombre del impronunciable mal. Y su nombre es Cheitan, el que invita al mal.

miércoles, octubre 28, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXXIV

Uno de los Guardias Reales llegó corriendo hasta la Sala del Concejo, después de recuperar el aliento le dijo al Premier, el anciano más longevo del Concejo, que una mujer había sido vista saliendo del Palacio, mientras que minutos después fue encontrado sin vida el Guardia de Corbeta Allik Maotrens, nada se pudo hacer para salvarlo de morir envenenado, tal vez por alguna clase de encantamiento que la fugitiva lanzó contra el guardia para poder huir. Todo esto le fue dicho a la Princesita que, atribulada por los acontecimientos, envío un regimiento en persecución de la Dama de Compañía, todavía no salía de su asombro la Princesita cuando éstos regresaron para decirle que la anciana que todos creían era la Dama de Compañía, no era otra que una espía al servicio del Mal, conocida como la Bruja Meyfair. La Princesita no daba crédito a las noticias, tantos años conviviendo con una espía, confiándole hasta sus más íntimos secretos, sus miedos y sus dudas al gobernar, incluso dejándose aconsejar por ella. La Princesita pensaba en su caballero, “donde estaría en esos momentos aciagos”, se decía para sus adentros, “ojalá estuviera aquí a mi lado, para confortarme en este día tan negro”, se lamentaba.
Añorarlo era como una agonía, una condena que no se merecía, pero habían decidido defender su amor a toda costa, la Princesita se alegraba con ese pensamiento, su caballero, aprendiz de la orden de los Escarlatti también la amaba, con toda su alma, le había dicho el joven apenas la noche anterior cuando fueron rescatados de la cabaña antes de que los descubrieran. En algún lugar de las Tierras del Reino se encontraba el aprendiz, pensando en ella, en su Princesita, en su amada niña de los ojos de luz, y eso le reconfortaba, le permitía soportar los sucesos que estaban cimbrando la vida misma del Palacio. Encontrar una espía, saber que alguien está detrás de todo lo que has hecho en los últimos años, saberse observada, todo aquello la desconsolaba, pero pensar en su amado le daba la fuerza suficiente para sobrellevarlo, el recuerdo de sus labios, de su cuerpo envolviéndola como un refugio a donde nada podía hacerle daño, sus manos en sus mejillas, sus negros ojos mirándola mientras ella sonreía. ¿Qué hacer ahora?, se pregunta la Princesita, cómo encontrar a una mujer que tiene el don de la transformación, la bruja Meyfair, sí, ella había escuchado leyendas sobre su terrible pasado, la desgracia de la muerte de su padre el mago Marduc, y la forma en que el Señor de la Oscuridad la había atrapado para siempre en las mazmorras del Castillo Negro. ¿Cómo es que había escapado?, le preguntó horas después al Premier Matusk, “es simple” le dijo el Premier, “seguramente hizo un trato”.
Mientras tanto, en algún lugar del Bosque Real, la anciana Meyfair se despoja de su disfraz de plebeya, se sienta en una roca cerca del río y llora, llora por el recuerdo de su caballero andante, llora por su madre y por el padre que nunca conocería, llora por su suerte pero sobre todo llora porque a pesar de su ingrato trabajo había aprendido a amar a la Princesita.

Día de muertos

A todos mis muertos.

Nunca como ahora se añora,
se anhela compartir un pedazo de pan,
una hogaza de esperanza señora
de la sonrisa eterna, y nos dan:
un café caliente, un chocolate,
un caballito de tequila que despierte
a los muertos de corazón que aun late,
ande señora, abráceme fuerte,
volvámonos uno esta noche de noviembre,
sobre el altar que es camino
y de los santos difuntos destino,
ande querida, deme el beso de la bienvenida,
lléveme por esos derroteros del otro mundo,
donde la felicidad es cosa de todos los días,
y la igualdad se basa no sólo en utopías,
no hay cosa más igualitaria que la muerte misma,
deme a beber de la copa del sueño eterno,
pero no me deje en las puertas del infierno
porque he pecado pero estoy arrepentido,
déjeme a donde todos mis muertos han ido,
quiero ver al primo, al tío y a Juan el bisabuelo,
compartir con ellos el pan y el vino,
y en las noches de muertos causar gran revuelo,
escaparnos del cementerio y con mucho tino
lanzarle besos a nuestros queridos vivos.

martes, octubre 27, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXXIII

Breve historia de la vieja Meyfair

Han pasado más de cien años desde que la vieja Meyfair se convirtió en aliada del Señor de la Oscuridad, antes de eso era una simple bruja cuyos territorios al norte del Reino, a muchas leguas del pueblo más lejano, eran casi inexplorados, tierra de nadie, tierra maldita decían muchos lugareños.
Gorgos Meyfair nació una noche de tormenta, hija de la hechicera Mellyk Meyfair y el mago Marduc, estaba destinada a convertirse en la mejor bruja que jamás haya existido, pero el Señor de la Oscuridad ya había puesto su mirada en ella, incluso antes de nacer, abdujo a su madre en la cabaña perdida en medio del bosque del Norte, la llevó en volandas hasta el Castillo Negro, a donde el mago Marduc fue a rescatarla no sin antes perder la vida a manos del Señor de la Oscuridad. Fue hasta que Gorgos cumplió ocho años cuando su madre le relató los pormenores de su secuestro y rescate, y cómo su padre Marduc había ofrendado la vida por ellas. A esa edad, la pequeña Gorgos Meyfair se propuso vengar la muerte de su padre, aprendería todos los trucos, hechizos, maldiciones y juramentos, con la única intención de acabar con el asesino de su padre. Pero el destino le tenía otra sorpresa.

Al llegar a la edad de catorce años, Gorgos conoce a un gran hechicero, el Gran Xerontes, jefe supremo de la orden de hechiceros de la Tierra Eterna, un lugar que pocos conocían y más de uno decía que sólo era una leyenda. Gorgos decidió decirle adiós a su madre Mellyk y marchar tras del Gran Xerontes para pedirle que fuera su maestro y mentor. No le fue fácil el camino a la joven Gorgos, pues el entrenamiento con el Gran Hechicero fue duro, había semanas que la condición para comer o descansar era que un hechizo saliera a la perfección. Ese arduo entrenamiento convirtió a la joven Gorgos en la mejor hechicera de su edad, admirada incluso por los ancianos de la Magia. Cuando Gorgos cumplió la mayoría de edad, no sólo era una bruja temida, si no hermosa también, asediada por los hombres decidió recluirse en una cabaña, imponiendo un hechizo que fue famoso en su tiempo: “aquel caballero o príncipe que lograra llegar hasta la cabaña de Gorgos sería dueño de su corazón”, está de más relatar aquí si hubo algún caballero que lograra tal hazaña, sí lo hubo, pero esa es otra historia.

Meyfair no olvidaba su misión, vengarse del asesino de su padre Marduc, pero cuando logró entrar al Castillo Negro, un guardia del Señor Oscuro, uno de sus Hombres de Negro, hechicero también, detuvo a Gorgos antes de que está le clavara la daga de la muerte sin retorno al Señor Oscuro, y en un instante éste atrapó entre sus garras a la hechicera, la encerró en una mazmorra del castillo durante un siglo, alimentándola de roedores y sabandijas, condenándola a la vejez eterna, el hechizo convirtió a la bella Gorgos en una anciana decrépita y horrible para toda la eternidad. Claro que todo hechizo tiene su antídoto, pero no queremos adelantarnos a la historia.

Pasado un siglo de cautiverio, el Señor de la Oscuridad prometió liberarla del encantamiento, pero había una condición, Meyfair tendría que volverse una espía a las órdenes de la Oscuridad. Para ello sería infiltrada en el Palacio Real, con la misión de informar al Señor Oscuro sobre los movimientos del Rey y la Reina. El Señor de la Oscuridad deseaba apoderarse del Reino de la Luz, pero los Caballeros Escarlata siempre lo impedían, era una lucha que llevaba miles de años, pero el tiempo se acercaba, el momento de la Oscuridad había llegado.

Fue así como la bruja Meyfair fue autorizada a usar sus poderes a favor de la Oscuridad, pero no podría liberarse a sí misma. Así que se conformó con esperar, volverse Dama de Compañía de la Reina y a su muerte de la Princesita, con la esperanza de algún día reunirse con su Caballero.

De Princesas y otros Cuentos XXXII

La sonrisa de la princesita seguía dibujada en su rostro cuando uno de los ancianos del consejo real se le acercó para preguntarle si estaba bien, todos los demás consejeros se volcaron hacía ellos dando de voces, preguntando al unísono, algunos de los más viejos exigiendo una explicación. <<>> era el pensamiento de muchos. La princesita, sin quitar la sonrisa de sus labios, levantó su mano derecha y se hizo el silencio en la sala. –Alguno de ustedes puede explicarme qué es lo que está pasando aquí –dijo solicita la princesita. <<¿Cómo que no sabe qué pasa?>> murmuraron algunos de los consejeros, sobre todo los más jóvenes. La princesita se encaminó hacia su lugar en la mesa del consejo, lenta, pero armoniosamente, se sentó en su trono real y luego hizo una seña para que todos los presentes se sentaran. –Y bien, estoy esperando que alguno de ustedes tenga la deferencia de explicarme qué sucede –volvió a decir. –Su majestad –comenzó uno de los consejeros más cercanos al lugar donde estaba el trono –a decir verdad, también nosotros nos hacemos esa pregunta –confesó al fin. –Tan sólo sabemos que fuimos levantados a deshoras en nuestros aposentos y villas de descanso, algunos incluso estaban de viaje la noche de ayer, y nos convocaron a una reunión de consejo con carácter urgente –explicó el anciano. Una reunión urgente, ¿qué cosa más extraña? pensó la princesita. –Luego cuando llegamos se nos informó que su majestad, aquí presente –dijo el anciano haciendo una reverencia, un poco exagerada según el parecer de la princesita –estaba desaparecida –dicho ésto, todos los consejeros hablaron al mismo tiempo una vez más, nadie entendía entonces qué pasaba. –Alguien se tomó la molestia de enviar mensajeros a todas las provincias del reino, para avisar que yo había desaparecido, y los convocó a esta absurda reunión. Pero, ¿con qué motivo? –quiso saber la princesita.

En otro lado del castillo, una anciana se disfraza de plebeya, se ha despojado de las vestiduras reales, ha guardado sus joyas en su saco de tela, mientras se quita los broches de oro y la peineta incrustada de piedras preciosas. La mujer, toma un bastón de madera corriente, se observa en el espejo y sonríe, tantas veces ha ensayado ese disfraz que ya lo tiene muy hecho. Se vuelve una misma con la plebeya, sale de su recámara, recorre el pasillo con paso lento, no se apresura, nadie sabe nada. Eso cree la anciana, entonces se escucha la alarma en el castillo, un peligro inminente se acerca, un presagio que puede poner en riesgo la vida de la princesita. La anciana baja las escaleras con paso cansino, de escucha el toc toc del cayado sobre las piedras del piso. Se escuchan también las trompetas dando la voz de alarma. Un piquete de soldados pasa corriendo al lado de la anciana, murmuran algo sobre traición. El corazón de la anciana se acelera, pero luego recobra la tranquilidad, su disfraz parece seguro, nadie se imagina que detrás de la plebeya se esconde la dama de compañía de la princesita, y detrás de ésta, una de las peores enemigas del reino, la bruja Meyfair, aliada desde hace siglos del señor de la oscuridad e infiltrada desde hace dos generaciones en el Palacio.

Los soldados de la Guardia Real buscan por todos los pisos del Castillo, en las recámaras y aposentos, incluso en el ala norte, a donde se supone que no va nadie. Pero no dan con la dama de compañía. En la sala del concejo la princesita, recobrando la sonrisa, mira con sus ojos de luz a los viejos concejales, mientras les dice –¿nadie se tomó la molestia de buscar primero en mis aposentos?- todos los ancianos, incluso los más jóvenes, agachan la mirada. Entonces, irrumpen en la sala dos Capitanes de la Guardia Real diciendo que es inútil, alguien debió advertir a la dama de compañía. No está por ningún lado.

Mientras tanto, una anciana plebeya le regala una fruta al Guardia de la entrada del Castillo a manera de despedida, le sonríe mostrando una dentadura falta de algunas piezas, se da la media vuelta y se aleja del Castillo. En la puerta del Palacio, un joven Guardia se lleva las manos a la garganta, profiere un leve gemido y cae muerto.

lunes, octubre 26, 2009

Condena perfecta

Sobre tus labios que hacen magia,
entre tus piernas que me dan alivio,
bajo tu cuerpo que se entrega,
va surgiendo este sentimiento vivo;
dentro de tus manos que son refugio,
en tu mirada que brinda calma,
sobre tu espalda de artilugio,
voy inventando la historia de mi alma;
me das dieciocho meses de historia,
cuatro años de memoria,
treinta y cinco de edad sin pena
pero con todas las glorias;
en tu cintura de alabastro
voy dejando por el camino
estos trozos de mi corazón cual rastro,
como mapa que se empeña y si no
me pierdo es porque te he conocido,
dame otros mil años para adorarte,
como diosa eterna de mis desvaríos,
dame de la savia de tu cuerpo divino,
que me alimento del calor que fluye
mientras mi ser es uno con el tuyo,
comunión perfecta de amores irredentos,
susurros de cuatro paredes,
palabras perdidas en los labios sellados
lugares nunca antes recorridos,
ay mujer a dónde me has llevado;
a dónde que no haya querido ir,
si es a tu lado donde el tiempo se detiene,
motivo perfecto para condenarme,
condena perfecta para motivarme.

martes, octubre 20, 2009

Por tu risa de princesa

Era alguien de quien no querías saber nada,
de quien pretendías volverte invisible,
por quien apostarías una noche de locura
con la embriaguez de la juventud por apuesta,
y entonces gané la partida,
y como depredador me interné en tu vida,
era alguien hacedora de imposibles,
prestidigitadora de mágicas miradas,
proveedora de exquisitas ternuras,
dueña cierta de todas mis calenturas,
y me volví adicto a sus locos momentos,
fui un demente buscando contratiempos,
inventando excusas para verle,
recurriendo al coche para tenerle,
enamorado de sus piernas de marfil,
fui aprendiéndome cada uno de sus detalles,
su voz, sus ojos, su boca y su talle,
su risa tan fácil de hacerla canción,
era alguien a quien no hubieras querido enfrentar,
pero los caminos se encontraron,
precisamente porque se debían encontrar,
sólo, sólo evita que te vean llorar.

viernes, octubre 16, 2009

El tren de la desesperanza

Con el sol por manto que arropa,
con la brisa de la tarde como compañera,
van los hombres como vieja tropa
de revoluciones de esperanza mañanera,
viajantes del norte utópico,
cruzados de un batalla milenaria,
con sueños de volverse rico
va el hombre de vestimenta estrafalaria;
acaso entendemos sus miradas,
el peso, moneda que se arranca
repleta de sensaciones encontradas,
devuelta con una sonrisa franca
del hombre que se sabe agradecido,
van las vías de la desesperanza
llevándose al pariente herido,
del corazón y del alma que no alcanza
a comprender que quizá todo esté perdido;
el incesante trueno de las ruedas del tren
anuncio de la inexorable partida,
van los hombres sobre su lomo y creen
que más allá, aunque les cueste la vida,
encontrarán paraísos como tierra prometida;
pasa por mi ciudad el tren de la desesperanza,
como carga extra lleva almas en pena,
creyentes irredentos de la esperanza,
condenados a la ausencia ajena;
hace sonar su silbato el tren de las almas,
como anunciando que feliz lleva
cientos de hombres batiendo palmas,
contentos de haberse sumado a la leva.

jueves, octubre 15, 2009

A cuento de añoranzas

"... ese es nuestro idilio, fuente de dos almas..."
Emmanuel

Tengo un camino de tierra, a la prometida,
y un olor a lluvia en el campo,
tengo un sol de mediodía,
y nubes de tormenta en el horizonte,
tengo un montón de cultivos,
y el lenguaje del ganado,
una presa de agua fresca,
un cerro escarpado en medio de la nada,
tengo una barda de piedras quebradas,
un cactus florido, un ave de presa planeando,
una piedra con tu nombre,
dos líquenes dorados,
y tengo el recuerdo de tu cuerpo adorado,
bajo la luz de la mañana,
tengo unas lecciones de manejo
yendo a veinte por hora,
un saludo de un obrero,
y coches llegando a deshoras,
tengo las ganas guardadas
en el baúl de mi cama,
y tres razones para verte en las madrugadas,
tengo un par de vacaciones
a las que pienso invitarte,
cinco días a la semana para contigo gastarme,
tengo las tardes nubladas
en carreteras olvidadas,
en los asientos traseros
que nos transportan al sueño,
gritos que rompen las soledades
de los momentos perdidos,
y ciento un horas para extrañarte,
tengo todo esto metido en el bolsillo
junto a mis ganas de escribir poemas,
acompañando a mi canto,
delineando los dibujos de tu esencia,
que le hacen un himno a tu ausencia.

jueves, octubre 08, 2009

Muérete vos

"...cambia, todo cambia..."
Mercedes Sosa

Pudiendo morirte vos
se vino a morir la negra,
hacedme caso, muérete vos,
deja que tu muerte alegra,
necesaria partida de este mundo,
vos y toda tu especie,
pues no hay disparo más inmundo,
que los del traidor
y no hay muerte más eterna
que la vida bajo el yugo,
bajo la mentira oscura
disfrazada de verdad de luz,
pudiendo morirte vos,
se fue de nosotros la voz
fuerte y decidida, que grita
en medio del desierto:
yo soy quien te da la vida.
Hacedme caso, morite vos.

martes, octubre 06, 2009

Los jirones de tu piel

La ropa hecha jirones,
sobre la cama dos sobres,
la despedida que se auto mutila,
los ojos que se niegan a lo absurdo.
Ha habido, dijo el corazón a fuerza de latir,
hemos tenido razón gritaron el par de zapatos
mientras los pateaba con desgano,
bajo la cama continuaron los sollozos,
clara bofetada de realidad,
y sigue la imagen de los trozos de tela,
del sudor que no quema,
del calor que devuelve la vida entera,
a pesar de las ventanas abiertas.
Tras el muro de flores amarillas
te he tenido, como casi cada tarde,
epifanía que me vuelve uno solo,
como cada noche.
La cerca estaba cerca,
el zumba que zumba del mosquito,
la comezón incesante de estar vivo,
y la visión de tu piel hecha jirones,
tan perfecta y mía,
tan pura y cristalina,
tan lejana y sin embargo siempre presente.

jueves, octubre 01, 2009

Reflexión a dos voces

"... nadie, simplemente nadie..."

Me mirabas como preguntándote si era posible vivir sin mí, al menos esa era mi apreciación en un primer momento, lo que mis ojos no lograron dilucidar fue rápidamente entendido por el corazón que se apretujaba en mi toráx como intentando salir desbocado. Te aseguro que jamás había latido tan de prisa, a velocidades que me eran desconocidas, temí por mi vida, o mejor dicho, no sabía que estando ahí se me iba la vida misma. Ahora, repensando en el anécdotario de nuestra relación, nos causa risa, nos miramos los ojos cómplices y ufanos, portadores de una verdad inexorable, de un secreto inexpugnable, ahora lo sé, somos parte de una visión cósmica del destino, no hay edades, ni límites para resucitar en medio de este sentimiento que se desborda como bien lo hacía Dalí en sus pinturas surrealistas, así es esto nuestro, bárbaro, entretejiendo cuentos de fantasía, pero tan real que no es posible que sea retado por la mentira, en el duelo de las químeras ésta gana todas las medallas, tienta la desventura, llama a la desgracia y sin embargo se limita a observar la infinita gracia de tu mirada sobre mi figura.

viernes, septiembre 25, 2009

Faena

"... no veo la hora..."
Noel Schajris
Como dolor que se clava en el costado,
ojos llenos de arena,
voz cortada a cuchillo, daga, astado,
en el redondel de la vida hay pena,
duele como dolor de dientes,
envuelve para guarecerse,
de todo esto que ahora sientes,
de casi todo lo que habrá de merecerse,
sí, duele como alfileres clavados,
como frío que se cuela por el alma
y golpea de viento rostros ajados
por la desesperanza, no, no hay calma,
sólo hambre pegada al vientre,
sólo deseos reprimidos,
ganas de volverse luz entre
la oscuridad de los momentos idos,
como dolor de mil banderas,
faena de la vida,
casi nunca sucede lo que esperas,
aunque a veces el tiempo suicida
te sorprende.

jueves, septiembre 24, 2009

No te imaginas

"... en esas noches que no concilio el sueño..."
A. Manzanero
Kilómetros nos separan y aún
así estás casi a metros de distancia,
ríes y tu voz se desplaza como
en esos juegos de luces de feria,
nadie sabe cuando empiezan,
más tarde o más temprano
anuncias tu llegada, como
rio crecido en tardes de lluvia,
invitando a la fiesta que no acaba,
ansiando soledades que acompañan,
nada nos detiene cuando sonríes,
a veces sólo eso basta para sobrevivir.
Guárdame entonces un par de sonrisas,
anida entre tus manos todas mis ganas,
reposa entre tus pechos mi alma,
camina conmigo diez leguas de viaje,
inténtalo siempre,
aunque la noche sea oscura
habrá amaneceres límpidos de luz,
es así como en sueños de madrugada
reto a la nostalgia a que te borre,
responde que no hay tal, que no
es posible borrar de mi memoria
restos de alegría que me mantienen vivo
aun cuando las noches son tan oscuras.

martes, septiembre 22, 2009

A las siete de la tarde

Un día sí
y el otro también
te pienso a las siete de la tarde.
Entre minutos que pasan lentos,
observo mensajes que no llegan,
aun no hay quien me escriba,
como personaje de novela,
casi siempre a las siete de la tarde
mi amiga la nostalgia platica de tú
con su prima la melancolía,
y la añoranza que se acerca
con su sonrisa que más parece
una mueca
les abraza con dulzura,
todos los días a las siete de la tarde.
Septiembre se va con su habitual descaro,
nos va dejando días de otoño,
que se sienten más a las siete de la tarde,
no quiero escribir que te extraño,
pero aun sin hacerlo sabes que es cierto,
casi todos los días a las siete de la tarde.

lunes, septiembre 21, 2009

Tan sólo sé pocas cosas

"Quién diría que el mink y la mezclilla podrían fundirse un día... quién diría"
Arjona

Sobre la noche no sé muchas cosas,
es la oscuridad la que me sabe a tí,
es la incógnita de lo no sabido,
de lo discreto, de lo escondido.
Sobre las tardes frías sé muy poco,
es la tenue luz la que me recuerda
que el delirio de ser yo mismo
va de la mano del terrible hastío
de no saber, de no entender.
Sobre la extensión de la memoria
no se nada,
es llana, es liviana, pasajera,
traicionera,
provoca llanto en quien la ve,
y un escalofrío que recorre los sentidos,
se esconde cual roedor en madriguera
y luego sale hurtando los motivos,
las razones de sentirnos vivos.
Sobre el deseo redimido sé algo:
tarde que temprano se desborda,
encuentra su natural cauce,
y no perdona,
igual arrastra,
lava,
y purifica los recuerdos.

martes, septiembre 15, 2009

Reconocidos encuentros

Cierto es que hoy te pienso,
voy rondando tu recuerdo,
agazapado entre sollozos
voy emboscando a la memoria.

Me gusta pensarte,
así es como voy dibujando
la línea de tu cuerpo,
formando tu presencia.

Cierto es que aquí te tengo,
andando el mapa de tu piel,
los caminos que nos conducen
a lugares nunca antes conocidos.

Cierto es que son tus ojos
dos faros que guían mi destino,
son tus manos mi guarida,
el refugio de este corazón herido.

Hoy te pienso
y así te voy teniendo,
somos uno con el tiempo,
nada nos detiene,
nada nos separa...
¿qué será lo que el destino nos depara?

domingo, agosto 30, 2009

Como espina que se clava

La noche cuando te vas es eterna,
y mis ojos se van muriendo en cada trozo de mi desolación,
me estás doliendo,
en la ausencia que se aproxima,
en el espacio que dejan tus brazos,
en cada mañana que no despierto a tu lado,
y a cada momento de mis lágrimas de sal
se va desmoronando este corazón,
que no entiende motivo ni razón,
y en cada trozo va una espina
y cada espina se clava,
se vuelve una conmigo,
me faltas en la nostalgia del abrigo,
en los besos furtivos,
en los momentos idos,
la noche cuando te vas es eterna,
y mis manos se van perdiendo en la niebla de la añoranza,
cómo quisiera gritar mi dolor bajo este árbol de la desesperanza,
cómo decirte que no hay luna,
que no hay sol,
que no hay mañana,
la noche es eterna y mi dolor no alcanza.

lunes, agosto 17, 2009

Célibe en invierno X (Finale)

Célibe en invierno
Me dices que no es canto,
escucha, es mi susurro que te habla,
es mi boca la que llama
con mil voces de desencanto,
es posible que esta noche invernal
cuyo frío no quiero recordar,
caminemos juntos el sendero,
me lleves de tu mano a tu refugio,
que es paz, que es agua bendita,
me dices que no es canto,
pero esta voz que grita,
se entretiene con mil sueños
de deseos postergados,
nadie sabe quiénes son sus dueños,
pero en las noches de callado lamento
compartidos los momentos plenos
somos uno, somos viento.

Célibe en invierno IX

Noche otra vez
Estrellado manto,
escucha mi canto,
luna si es que sales,
remedia mis males.

Célibe en invierno VIII

Mediodía en la estancia prohibida
Acaso un trovador en medio del desierto
no buscaría agua antes que inspiración,
dejaría su voz a lo común de lo incierto
para que sola fuera haciendo su canción.
Qué hacer en este malhadado lugar,
no te veo, no te encuentro en mi verso,
y yo que buscaba una invitación para jugar
a los amantes que les gusta lo perverso.
Alto el sol, cénit de lo prohibido,
el sofá nos recuerda cada mediodía,
¡ay si hablara del placer recibido!,
acaso él también se sonrojaría.

domingo, agosto 16, 2009

Célibe en Invierno VII

Ando yo paseando en las riberas de la demencia
A que subo al caballo de acero
que me lleva a mi destino,
acunado en los asientos de cuero
me siento grande, un ser divino.
A que cabalgo los caminos todos,
vencida la quietud de la mañana,
visones de guerra y visigodos,
lanzas, flechas, locura temprana.
A que llego a las riberas de tu río,
y traspaso con mi espada tu cauce,
cubro entonces tu cuerpo del frío,
antes de que la mañana avance.

viernes, agosto 14, 2009

Célibe en invierno VI

Desayuno con Cartier
Dónde está el insigne escritor,
¡ha muerto señor comendador!,
responde una voz en medio del caos:
¡al infierno ancestral llevaos!
osado poeta de la quinta esquina,
otro lugar común para tomar café,
sitio elegido para acuñar la espina
de un sentido ciego, pura fe.
Dónde está la voz,
Dónde las teclas golpeando la nieve,
blancura del papel de arroz,
desayuna hijo mío, mientras un relieve
queda en el invierno atroz.

Célibe en invierno V

Suave mañana de quietud
A quien supiera apagar un despertador
en medio del frío invierno,
va mi canto, va mi verso encantador,
va mi beso más tierno.
Me abrazo al millón de posibilidades,
me dejo llevar por tu calor divino,
ya no más noches de ansiedades,
dame de tu boca a beber el vino.
Dame de tu lengua la eterna savia,
muéstrame la otra sabiduría,
que no habrá en mi corazón más rabia,
que tu cuerpo es mi proveeduría,
de calma, de quietud para el día.

Célibe en invierno IV

Madrugadas de ansiedad
Despierto,
pienso que he muerto,
contengo la respiración,
no es cierto,
vivo,
con el corazón herido,
con el sentimiento hendido.

jueves, agosto 13, 2009

Célibe en invierno III

Noches como perros
¡A callar!
Suena un cántico de rabia,
insomnio involuntario de sueños,
nadie sabe quiénes son sus dueños,
pero en defenderlos abunda labia,
¡A callar!
Harto está mi cuerpo de la soledad
célibe casi sin quererlo,
te pienso cada noche sin piedad,
bajo este signo de deseo, no he de perderlo.
¡Ay cacofonía de perros!
lamentan este frío invierno,
lloran a la amante y a sus yerros,
¡Ay cacofonía del averno!

Célibe en invierno II

Atardeceres míos
A qué pueblos viaja el peregrino,
mutila cuentos llenos de misterio,
le ha dicho buen día al vino,
cantando al viento su improperio,
no escucha,
los lamentos calladitos en su seno,
las muchachas que ríen en la plaza,
los hombres que discuten en pleno
el motivo incierto de su raza,
qué sol del color de la miel,
va cayendo en sueños de entretención,
y su faz triste ha probado la hiel
que es muerte repentina, extremaunción.

Célibe en invierno I

Esta voz
Que no es canto me dices,
escucha, es grito atronador,
silencios todos entre las manos,
que no es canto me explicas,
atención, es susurro que lamenta,
es plegaria sin razón.
Vienes entonando melodías,
te digo, cántame al oído,
con esos lamentos de llanto,
desmedido aguacero de tus ojos
malheridos.
Que no es canto, me imploras,
sollozos de agua límpida,
son tus ríos desbordados,
mares con encono, olas mías.
Es sinfonía de melancolías,
y te digo en dos estrofas
toda una vida.

miércoles, agosto 12, 2009

Andares 1

Escuchaste mis gritos... ¿sí los escuchaste?... la pradera supo bien que ahí estaba... también la muerte rondaba... la muerte que no es muerte pero de la cual vuelves.

lunes, agosto 03, 2009

La semana que se ahoga

No hubo lunes esta semana, nada de volver a la realidad,
la vida va llorando sus penas cada tarde,
y empezamos otra vez cada martes,
a inventar razones que inviten al destino,
a no portarse tan jodidamente reaccionario,
y empiezo a ganarle aliento a este miércoles,
que como en la mitad de la vía se inmola
cual mártir de una causa desconocida,
son de funerales del día que ha muerto,
como jueves de preparativos,
de traiciones hermanadas en la noche,
llega el viernes y el grito que madruga
nos recuerda que el luto es por los otros,
que la fiesta sigue aquí dentro de nosotros,
hasta despertar como sábado desmadejado,
intentando embonar las partes que has perdido,
y un domingo te descubres vivo,
cantando canciones que nunca escribes,
esperando al desaparecido lunes.

Existenciales

¿Hemos de escribir siempre cuentos innacabados?
¿Hemos de condenarnos a repetir historias por toda la eternidad?
¿Hemos de buscar respuestas en libros en blanco?

No lo sé, respondió el sensei, solo sé que son las cosas del corazón.

viernes, julio 31, 2009

Adioses postergados

Si tan sólo nuestros caminos
siguieran rutas paralelas,
si tan sólo nuestras miradas
no se encontraran a cada mañana,
entonces podríamos escribir otro cuento,
quizá sería posible cantar otras canciones,
crear otros poemas de versos rotos,
si tu cuerpo no fuera mi alimento,
si tan sólo tus besos no me dieran aliento,
entonces borraría toda esta historia,
empezaría de cero otra novela,
pero no puedo,
este corazón se niega, rehúsa,
grita por lo bajo que no importa,
que aun así te amará toda la vida.

Porque jamás será un tiempo perdido

martes, julio 28, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXXI

Era lo menos importante en aquellos momentos, pensó Xulius durante el entrenamiento. Sus sensaciones estaban siendo mutadas, ya no le importaba la Princesita, ni el Reino, ni mucho menos el miedo que sintió al ver por primera vez al Señor de las Tinieblas. Ahora lo que ocupaba la mente del joven que un día se sintió capaz de conquistar a la noble princesa era sobrevivir. No perecer en el intento por convertirse en un Caballero Oscuro, en un Hombre de Negro, dueño de los más poderosos hechizos.
El Maestro de la Oscuridad, como se conoce al encargado de entrenar a los nuevos reclutas, mira con frialdad al joven cuando éste cae luego de fallar un hechizo intermedio.
-Si no puedes con este conjuro, no sé qué te vio tu reclutador –dijo el Maestro con desdén.
Xulius sólo atinaba a jalar aire a bocanadas, trataba de concentrarse pero el dolor era insoportable. Sin embargo, no había opciones. O salía vivo del entrenamiento o jamás vería la luz del día. En un reino de oscuridad, la luz parece atenuarse hasta convertirse en un remedo de luminosidad, más parecida a la niebla nocturna alumbrada por la luna, que a los rayos del sol.
-Vamos, eres un inútil, una vergüenza para nuestra estirpe –gritó el Maestro de la Oscuridad.
Xulius se concentró una vez más, levantó los brazos en dirección al oeste, pronunció unas palabras, casi como un murmullo, entonces de los dedos de sus manos surgió una nube negra, casi parecía tener vida, una nube que parloteaba, se metía en los pensamientos del enemigo y los hacía enloquecer.
-Bien, es todo por hoy –dijo el Maestro.
-¿Es todo? –dijo Xulius -¿tan sólo eso me va a decir?
-Tardaste demasiado.
-Pero lo hice, ¿no?, merezco más que un “bien, es todo” –se quejó el aprendiz.
-Mereces hablar menos y escuchar más –fueron las palabras del Maestro y enseguida con un ademán de su mano izquierda desapareció la boca de Xulius. Aterrorizado, el joven quiso gritar pero ningún sonido emergió de su garganta.
-Eso está mejor –dijo el Maestro y se alejó dejando a Xulius sumido en la desesperación.
Más tarde, esa misma noche, un grito desgarrador se escuchó en las celdas de los aprendices. El joven por fin podía desahogar su frustración, su boca había vuelto a su rostro.
El Maestro sonrío con sorna y dijo por lo bajo –ya aprenderá.

lunes, julio 27, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXX

El viejo Jasón sonríe mientras ve comer a duras penas al Guardia Real, sabe que la poción con la que ha aderezado la sopa que le llevó levantará al más débil y agonizante guerrero. Kutber comienza a sentirse reanimado, vivo otra vez, aunque el recuerdo de los monstruosos Roars que le atacaron apenas unas horas antes le seguía estremeciendo. Entonces, cuando estaba a punto de terminarse la sopa, recordó de golpe su misión y a sus hermanos de sangre caídos bajo las garras de los guardianes de la oscuridad, esos monstruos creados por el Señor de las Tinieblas, que los emboscaron en las ruinas del bosque sin fin.
-La Princesita –dice Kutber en voz alta mirando al anciano Jasón.
-¿Qué pasa con la Princesita? –quiere saber el viejo.
-¡Está en peligro, debo ir a rescatarla! –insiste el Guardia Real y hace un ademán por levantarse, pero la poción del anciano no ha terminado de hacer efecto y Kutber cae de bruces al lado de la silla del comedor.
-Tranquilo hijo –intenta calmar el anciano al joven guerrero, estás muy débil todavía como para salir a guerrear. Primero debes reponerte y pensar en la mejor manera de acudir a ayudar a vuestra Princesa.
-Pero es que…-insiste Kutber, aunque se da cuenta que lo que dice el anciano es verdad, aun no puede ni ponerse en pie. Así que se vuelve a sentar para acabar su sopa mientras Jasón lo mira tratando de encontrar las siguientes palabras.
-Hijo –comienza a decir el viejo –¿recuerdas a tus padres?
-Pues no, solo sé que fui entregado de pequeño a una familia humilde que para salir de sus problemas me llevaron a la milicia en cuanto cumplí los siete años de edad, pero por qué la pregunta –quiso saber Kutber.
-No, por nada en particular, solo que tu rostro me recuerda a alguien muy querido para mí, dejé de verlo hace ya muchos años –dijo el anciano con un dejo de tristeza en la voz.
-¿Alguien muy querido?
-Sí, pero ya no tiene caso hablar de eso.
-¿Algún familiar, acaso?
-Así es joven guerrero, un familiar muy importante para nuestro clan –aceptó por fin el anciano.
-¿Y dice que yo le recuerdo a esa persona?
-Tu rostro, tu voz, incluso algunos de tus ademanes al hablar.
-No puede ser, es imposible que hayan dos personas tan parecidas y sin ningún parentesco.
-Por eso te pregunté si recordabas a tus padres –explicó el viejo Jasón.
-No puede ser –exclamó Kutber.
-No precipitemos las conclusiones hijo, no tiene caso que te dejes influir por los pensamientos de un viejo achacoso como yo –pidió Jasón.
-Es que toda mi vida he buscado mis orígenes, he indagado en casa aldea en la que me ha tocado servir como Guardia Real, y nadie ha sabido decirme nada.
-Pues creo que has llegado a la aldea correcta esta vez hijo mío –dijo el anciano sonriendo.
La tarde estaba cayendo ya sobre los límites del bosque, negros nubarrones en el cielo provocaban más oscuridad que la habitual en aquella hora. Kutber se quedó sentando frente al anciano que le miraba con benevolencia, sin saber qué hacer o qué decir. Un vuelco en su corazón le indicaba que el destino le había llevado hasta esa cabaña.

miércoles, julio 08, 2009

Sin título

"Veo tu foto y a veces eres tú, otras un cactus florecido"

Rey Maldito a ciegas

miércoles, julio 01, 2009

Poema desesperado II

Aún mis ojos te buscan cada tarde,
cuando el sol poniente, moribundo
y bello]
parece lamentarse de su incierto
velo]
entonces mis entornados ojos
esperan tu figura entre las luces
difusas]
aún mi alma se sorprende
de tu piel desnuda en la penumbra,
del calor que nos envuelve
como manto que proteje,
y busca entre las olas que van
formando las sábanas,
atrapar tu esencia de mujer deseada,
aún este corazón se vanagloria
de saberse amado, grita en el silencio,
que es mucho lo que ha esperado,
esperanzado, esperanza que nutre
de mil voces mi corazón adolorido.

jueves, junio 25, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXIX

El día en que se conocieron, el aprendiz del Caballero Escarlata y la Princesita, no pensaron que su historia cambiaría la del reino de las luces eternas, llamado así pues en el castillo siempre había luces encendidas en los huecos de las ventanas de las torres de piedra. Nadie sabía cómo seguían encendidas. Una tarde, de visita en el palacio real, el aprendiz pudo ver solo un instante a la Princesita mientras ésta atravesaba a pie uno de los patios centrales del castillo, la vio en todo su esplendor, pero por solo unos segundos, eso bastó para que el aprendiz del Caballero Escarlata se enamorara profundamente. La Princesita, con su vestido en tonos del amanecer, con sus cabellos aun sin peinar del todo, mecidos por el viento, volvió su rostro hacia donde se encontraba el aprendiz, lo miró a los ojos y le sonrió. Solo eso bastó.
Nadie se percató en ese entonces de la presencia de un muchacho que miraba con interés a la Princesita desde el resquicio de una de las puertas laterales que dan a los muros interiores del Castillo. Aquel muchacho pensaba que daría lo que fuera por un beso de la Princesita. Tampoco nadie se dio cuenta del hombre de negro que agazapado veía la escena divertido.

Ahora, sentado en el piso frío de la caverna en la que se habían refugiado, el aprendiz que pronto recibiría su nombre de guerrero de la luz, extrañaba a la Princesita, le dolía el pecho, suspiraba, no tenía apetito, pero entrenaba con ahínco, bajo la promesa de proteger a su princesa, a su majestad. El Caballero Escarlata, su maestro, lo veía con ojos paternales, mientras el aprendiz se esforzaba por aprender los hechizos básicos.
El sol de mediodía tiene un aspecto extraño, como si el astro se estuviera cansando de alumbrar al mundo, el aprendiz comenta algo a su maestro y entrecierra los ojos para ver el cielo. Nubarrones negros se comienzan a formar en el horizonte, lejos de ahí, pero aun así amenazantes. Al verlos detenidamente pareciera que tienen vida propia, como si fueran ellos quienes empujaran al viento y no al contrario. Una sensación desagradable se instalaba en el pecho de quien viera el cielo por más tiempo. El Caballero Escarlata sabe lo que se avecina, con un silbido casi inaudible llama a su corcel y lo monta al tiempo que le tienda una mano a su aprendiz, lo mira como diciendo, no tenemos tiempo que perder. Se han impuesto un voto de silencio entre ellos, pues las palabras dichas en voz alta en estos tiempos podrían ser captadas por los espías del Señor de la Oscuridad. Maestro y aprendiz se internan una vez más en el bosque, el Caballero mira al joven, en ese preciso momento el aprendiz sabe que muy pronto recibirá su nombre de batalla. Su corazón se estremece, sin saber si es por el viento frío que empieza a soplar cuando inicia la tarde, o por la emoción de recibir su nuevo nombre. Mira hacia atrás, comprende, al volver a ver las nubes negras en el horizonte, que algo cambiará la historia del mundo conocido esa misma noche.

martes, junio 16, 2009

Poema desesperado I

No me dejes aquí en medio de la nada,
vacía el alma de todos sus despojos ,
me quedo varado en la absoluta soledad
y ni siquiera un abrazo de despedida,
te vas,
no me mires con tus ojos de fuego,
que soy infierno y no puedo,
no hay regreso de los avernos,
no hay boleto de vuelta en este viaje
al exilio,
el silencio de tus labios corta,
destroza el alma, apaga una luz,
la misma que del fondo del abismo salva,
pero ya sin luz mi corazón resiste
esta agonía de saber que partes,
que la distancia en la cercanía es terrible,
que el desprecio en compañía es veneno,
yo no lo quiero,
aleja la cicuta de mis labios que una vez
te dieron razones suficientes para darme vida.

"Resucitados muertos, caballeros andantes"

lunes, abril 27, 2009

A dónde van los muertos

Qué solos se van quedando los muertos,
que van llevando su rigor mortis por desiertos,
que son polvo y arena de maldiciones,
que son amplitudes todas sin razones,
qué fríos, abandonados se quedan los muertos,
a las cinco de la tarde,
cuando en las cantinas se enredan en entuertos
de vidas sin sentido, locuras de alcohol que arde.
Qué inalcanzables se ven los muertos,
tras vitrinas de cristal límpido cual relámpago,
con sus brazos entrelazados sobre el vientre,
como oyentes expertos,
como audiencia respetuosa, ay los muertos.
Qué lejanas sus sombras de largas cabelleras,
qué íntimo aliento me has regalado,
ojalá mis ruegos de amante temprano oyeras,
pues mis ojos son dos mares,
a donde el corazón ha encallado.
Qué tristes se ven los muertos bajo el manto
claro de la luna nueva,
bajo el rostro certero de que aun no era su hora,
qué inútil es en estos tiempos el llanto
que se llora por alguien de quien su nombre ignoras.

lunes, abril 13, 2009

Para exorcizar sentimientos vanos

Juré que ya no me perseguirías/
que el tiempo era mejor que la distancia/
pensé que en mi porvenir ya no estarías/
como fantasma de noche aquí en mi estancia.

Creí que ya te había exorcizado/
pero vuelves de pronto aquí a mi lado/
con tu carga eterna de melancolía/
de medias sonrisas/ fingida alegría.

Y hoy no sé como dejarte ir/
borrar de mi memoria tu existir/ no sé/
hacerme de esta historia un souvenir/
para los viajantes de mi vida/ sin sufrir.

Juré que tu perdón no me importaba/
que acaso con el tiempo lo olvidaba/
dejé/ en tus manos la nostalgia/
y escribí canciones ya sin magia.

Pero aun recuerdo bien tu cara/
y esos ojos que me fulminaban/
diciéndome el futuro te depara/
el mismo sufrimiento que hoy te daba.

Y hoy no sé como dejarte ir…(coro)

Para el trovador que llevamos dentro.

miércoles, abril 08, 2009

Andando caminos

Con la trova entre los dedos,
de guitarras, cuerdas y recuerdos,
con el canto nuevo en la mirada
voy andando este camino y nada.
De mi garganta dos notas,
de mi corazón a cuenta gotas
el amor que surge entre dos almas,
voy andando este camino en calma.
De mis piernas estos pasos,
del horizonte un par de ocasos
y el sentimiento que surge a raudales,
voy andando este camino de males.
Con el cantar de mil cantares,
de tus labios, de mis andares,
recovecos de tu piel recién llovida,
voy andando este camino, esta vida.
Con estrofas me construyo una canción,
que es mi casa, mi llegada, mi estación,
con las notas me envuelvo melodías,
voy andando este camino, estos días.
Hazme dueño de tu tiempo y emoción,
que yo te haré de verso una oración
salvadora de pecados, me redimes,
voy andando este camino de diretes y de dimes.
Con la trova entre los pliegues
de esta alma que te grita que no niegues
la razón de los motivos que me impulsan,
a andar estos caminos, dedos que pulsan,
cuerdas que lloran, bocas que susurran,
otros tiempos que ya no volverán.
Hoy te canto a mí para que vengas,
como suelen hacerlo en otras tierras,
cuando la nostalgia es tanta que entregas
magia en las palabras y te aferras
a la ausencia del otro que no mata
pero como se parece a la muerte,
así ando estos caminos a salto de mata,
entre corazones furtivos y la suerte.
Con la trova bajo la lengua,
pido paz y pido tregua,
ya no quiero más melancolía,
andando este camino, este tranvía,
que no lleva a ningún lado,
que se queda,
que se niega a dejarnos de costado,
dormidos en la sala de espera, y nada.

Con la influencia de Filio, Silvio, Delgadillo, Milanés, Feliu... maestros.

martes, abril 07, 2009

Palabras al viento

No sé si fue el tiempo marchitando tu presencia,
tal vez haya sido la misma indiferencia
de los años que nos deparó la noche de ayer,
pero sé que es cierta esa esencia de mujer,
que me hace buscarte entre las sábanas,
que me invita a emprender un viaje
sin rutas predeterminadas ni vanas
expectativas de aprendizaje.

No, no sé si fue la memoria que te inventé,
si en los momentos aciagos de la nostalgia
creí haberte dejado en el baúl de la magia,
entre recuerdos vagos y clichés,
no pretendo escribir en las líneas de la cordura,
antes bien mis manos buscan de ti la mesura,
pues tus ojos siempre me han llevado
de pasajero en viaje hacia ningún lado.

No sé bien si el decoro de no mostrar la miseria
sea tan llevadero como la certeza de que aquí se vive,
frente a los ojos inquisidores de la histeria
que a veces es colectiva pero otras revive
en el alma solitaria de un poeta de ocasión.

No, nunca dudes de que esta es mi misión.

martes, marzo 31, 2009

Tiempo Atrás Sabía Todo

Hubo un tiempo en que sabía todo,
de la noche sus secretos
y del día sus modos,
del momento sus retos,
hubo un tiempo que a veces
vuelve en forma de canciones viejas,
de colores nuevos y con creces
me entregan sus pasiones añejas,
hubo un tiempo en que te tuve,
barro fuiste entre mis manos
de alfarero constructor de nubes,
moldeé tu figura apenas renacida,
tiempo atrás sabía todo,
hoy pretendo que a mi modo,
la vida surja repentina entre los dos,
hubo un tiempo que hoy extraño,
cálida la noche, fría madrugada,
y a través de mi ventana espero, cada año,
encontrar de nuevo tu imagen dibujada.

¡Siempre, todo!

miércoles, marzo 25, 2009

Canción para las madrugadas

Un solo lugar para hablar/
de todo lo que dices/
que sabes.
Una oportunidad/
para dejarse ir/
un tiempo/una señal/
para pensar/
con los ojos puestos en la verdad.

Un solo lugar para buscar/
para encontrar nuestro hogar/
un tiempo para recordar/
con los labios puestos/
en la boca del mal.

Somos como sitios desvencijados/
áticos abandonados/
seres que se mueven en la noche/
muertos de sueño/
despiertos en la eternidad.

Dame/
dame/
razones para seguirte/
no sólo esos ojos que me enloquecen/
dame de beber tu savia caliente.

Un solo lugar para buscar/... (bis)

¡Ya sabes!, ponle melodía.

lunes, marzo 23, 2009

Derroteros nunca recorridos

Quién si no la luna
atestiguó la noche,
quién si no las estrellas
iluminaron el escenario,
cuál si no tu voz
me dio razones para
seguir buscando,
fueron mis manos,
fueron mis labios,
fieles viajeros
por los derroteros de tu cuerpo,
mis ojos ciegos encontraron
el camino de tu voz,
mis brazos fueron rodeando
como algo tan preciado,
anhelantes,
el tesoro de tus manos,
quién si no la luna
sollozó al enterarse
de este gran amor,
quién si no las estrellas,
hicieron constelaciones,
confeccionaron sueños,
quién si no,
el mudo testigo de este sueño,
del cual despierto,
del cual escribo,
del cual me dejo al descubierto,
del cual con la nostalgia
hoy persigo.

martes, marzo 17, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXVIII

Kutber.
Kutber.
Una voz, mil voces, de dónde provenían, su cerebro no alcanzaba a definir el origen, pero ahí estaban, presentes, claras, diáfanas como una luz que atraviesa la oscuridad de una habitación sin sol. El guardia real se fue despertando poco a poco, fue percibiendo el calor de la chimenea a su espalda, también fue consciente del dolor de sus heridas aun sin sanar, algunas plastas de hierbas medicinales cubrían las más grotescas, eran heridas de una batalla, quizá, no lo recordaba. No había mucho que recordar, se dijo en voz alta y se sorprendió al escuchar su voz reseca, como si tuviera años de no hablar, casi no se reconocía en ella. Aclaró la voz, quiso gritar, pero no salió más que un murmullo de su boca, pudo espantarse, pero ese sentimiento aun no lo conocía. No estaba lejos de hacerlo. Pero ese mediodía, en la cabaña cercana al pueblo, ante una fogata que lo reconfortaba, no sentía temor. Kutber se comenzó a levantar, pero tuvo que desistir de su intento, las heridas aun dolían, el dolor, esa si era una sensación muy conocida.
El anciano se percató de que Kutber estaba despierto mucho antes de que éste se diera cuenta de que lo observaban, sonrió con una boca desdentada, las arrugas de su frente parecieron convertirse en grietas insondables pero sus ojos reflejaron una luz llena de brío, una luz que no se veía incluso en los guerreros más jóvenes y osados. Jasón había vivido muchos años, más de los que aparentaba y muchos más de los que le convenía decir, vertió un poco de caldo en un plato de madera y se fue acercando al herido, el olor a comida comenzó a llenar la habitación, Kutber alzó la cabeza.
-No, no te levantes muchacho –dijo Jasón mientras colocaba el caldo en una mesa de madera junto al guardia real. –Verás cómo esta sopa caliente te repondrá en cuanto te la comas –prometió con una amplia sonrisa.

miércoles, marzo 11, 2009

De Princesas y Otros Cuentos XXVII

De pie, frente al Gran Caballero de Obsidiana, señor de la oscuridad perpetua, Xulius percibió su infinita miseria. Estaría a merced de aquel ser de maldad, su corazón se contrajo con solo escuchar la voz cavernosa que le decía, sin mover los labios, todos sus planes para controlar el reino. Pero para ello, y eso sí le sorprendió, necesitaba de su ayuda. Xulius se preguntó si era una treta, si acaso en cualquier momento aquel señor todopoderoso alzaría un dedo y él, como un títere, bailaría al compás de una música milenaria e infernal, para perderse en los resquicios de la locura. Sintió que su alma se llenaba de terror, pero se dio cuenta de una sensación nueva, ambición, sí. Xulius quería a la princesita, la deseaba, desde el primer día que la vio sentada en su carruaje real dando un paseo por la plaza del pueblo, aquel día aciago cuando decidió que era capaz de besarla. Había otro sentimiento que pugnaba por salir, arañando las entrañas del muchacho, como un insecto devorador de cuerpos, ese sentir podría ser definido como admiración, una profunda e irracional admiración por los caballeros oscuros, tal parecía que nada los detendría, eran seguramente invencibles.
El Caballero Oscuro, aquel que una tarde lluviosa reclutara a Xulius, estaba inclinado sobre una rodilla, en actitud de meditación. Un extraño halo oscuro surgía de su cuerpo, era como si toda su fuerza estuviera concentrada en algo, algo que le costaba mucho trabajo conseguir. El Gran Caballero de la Armadura de Obsidiana se percató de eso, se llevó un dedo a los labios como para callar los pensamientos del muchacho que tenía delante, y esbozó una sonrisa en una boca que parecía tener todos los dientes afilados del mundo. –Leal sirviente –dijo dirigiéndose al Caballero arrodillado –esta vez me parece que has hecho un excelente trabajo, te pediría que no te flageles, pero es una oferta que no podría rechazar – afirmó mientras miraba a Xulius, su rostro se llenaba de satisfacción al percibir el miedo que crecía en el corazón del muchacho. De pronto surgieron de la nada unos gritos de dolor, desgarraban el alma, y unos hilos de sangre al rojo vivo emanaron debajo de la armadura del Caballero Oscuro que se había desplomado frente al trono del Señor de las Tinieblas, Xulius atinó a cerrar los ojos, pero aun con los ojos cerrados podía ver como una serie de látigos invisibles desgarraban la piel del Caballero arrodillado, mientras unas sombras se mecían al ritmo de una música que surgió de lo más profundo del recinto en el que se encontraban. El Señor de Obsidiana se rio a carcajadas, una risa que podría causar la locura a cualquier ser humano, y de pronto gritó: --¡suficiente!
Acto seguido el hombre, si es que puede recibir tal nombramiento, que se había desplomado sangrando al rojo vivo frente a su Señor, se incorporó, el dolor desapareció igual como había llegado. Se repuso del todo y levantó la cara aun ensangrentada para cerciorarse de que su sacrificio había sido bien recibido, con una media sonrisa se acomodó la armadura negra y tomando del hombro a Xulius se lo llevó a otro recinto. –Es tiempo de que inicies tu entrenamiento, es posible que muy pronto sean puestas a prueba tus virtudes –Xulius no entendió, pero asintió con un ligero movimiento de cabeza. Lo que vio a continuación representó todas las imágenes de horror que podría guardar en su todavía joven memoria, no estaba preparado para eso. Xulius entró al recinto de entrenamiento y lo primero que hizo fue desmayarse.

martes, marzo 10, 2009

De Princesas y Otros Cuentos XXVI

En el balcón del castillo, por donde entraba la luz del sol en las mañanas, nacía un tulipán. Era un tulipán rojo, que buscaba el calor del sol entre la herrería del balcón. La princesita despertó de su letargo sintiendo que algo muy importante estaba a punto de ocurrir, buscó en su ropero el vestido adecuado para el día y se peinó con su peine de cristal mientras tarareaba por lo bajo una canción de cuna que su madre le había enseñando noches antes de que se la llevaran al internado. No podía describir la sensación de ausencia que le provocaban las noches sin sueño cuando recordaba a sus padres como si estuvieran comentando en el salón de reuniones sobre lo acontecido en el día, parecía tan cercano, sus recuerdos estaban tan vivos dentro de su alma. La princesita ahogó un gemido y se limpió una lágrima escurridiza en la mejilla. Intentó sonreír pero no le gustó el resultado que reflejaba el espejo. Se levantó, acomodó su vestido del color del atardecer, era un hermoso vestido de hecho, una tela mágica que le caía perfecto sobre su cuerpo, no era violeta, ni azul, ni rosa, era del color del cielo en un atardecer de primavera en el Reino.
La princesita abrió la puerta de sus aposentos, en el ala oeste del castillo real, se encontró con un pasillo vacío, de los pisos inferiores le llegó el murmullo de personas trajinando, no le dio mucha importancia, pero lo que sí le pareció extraño fue la ausencia de su Dama de Compañía, nunca la había dejado sola desde su llegada al Palacio. Siguió por el pasillo, tantas veces recorrido en su infancia, llena de emociones, de juegos infantiles, precedida por su niñera que la seguía a todas partes; escuchando la risa fresca de la reina madre, las sonoras carcajadas del rey. Dónde estaban todos, pensó la princesita y sintió una opresión en el pecho, algo estaba mal, algo no encajaba. Apenas unas horas antes se sentía dueña de todo el mundo, soberana del universo tan solo porque se había descubierto enamorada y plenamente correspondida. El beso, el beso furtivo del caballero aquel, de la capa escarlata, el mismo que la había cortejado desde que llegó al Palacio por medio de cartas lanzadas al balcón de su habitación, ese beso inconmensurable, que la atrapó de inmediato, que la llevó al vacío y la elevó hasta el cielo al mismo tiempo, “oh amado caballero, ruego al gran Rajmandir que te proteja” pensó la princesita mientras bajaba las escaleras de piedra rumbo a la Sala de Sesiones del Consejo, era inusual no encontrar a nadie, dónde estaban incluso los sirvientes, los lacayos, los guardias reales.
Llegó a la puerta de la Sala de Sesiones, de manera inexplicable no había nadie resguardando la entrada, pero se escuchaban voces apuradas en su interior, “¿qué está pasando?” se preguntó la princesita en tanto empujaba la enorme puerta que comenzó a moverse sobre sus goznes, produciendo un leve susurro. Entró a la sala iluminada, con un velo de luz violeta tras su espalda, no esperaba ver los rostros de los ancianos del Consejo que se volvían hacia ella, no esperaba ver la reacción, los rostros sorprendidos, las muecas de incredulidad, los ojos que pedían una explicación. La princesita aseguró la puerta tras de sí. Entonces sonrió.

sábado, marzo 07, 2009

Y el corazón anda presto

Hoy quisiera llevarme tu beso
grabado en la mejilla,
pintado en los labios cual preso,
cual ídolo mágico de arcilla,
cargar en mis brazos tu peso,
sentir que tu cuerpo se entrega,
hoy quisiera tenerte, corazón ileso,
alma que cual hada llega.

Hay nostalgia en mis palabras todas,
añoro tu tibieza cuando eres mía,
el sabor de ti, del placer dos bocas.

Hoy callado entre tanta gente,
pienso en ti mientras escribo esto,
extraño tu voz que me presiente
si ando triste,
ries, me hablan tus ojos
y el corazón anda presto.

"Porque sé que lo sabes, siempre"

lunes, febrero 23, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXV

Al interior del consejo real.

-Lamentablemente no hemos tenido éxito en la búsqueda de nuestra Majestad, hemos de seguir buscando, pero las esperanzas cada vez son menores –empezaba a decir la anciana que había fungido como Dama de Compañía de la princesita. –Me parece que es nuestro deber llegar a un acuerdo sobre cómo se gobernará el reino mientras nuestra princesa no esté aquí –propuso la mujer con una mueca de resignación, acaso de consternación por lo que acaba de decir. Los miembros del consejo empezaron a murmurar, no concebían la mala suerte que ahora parecía ensañarse con su reino, primero el absurdo accidente de los reyes, quienes en su testamento habían dejado claro que sería la princesita, traída desde su internado, quien sucedería en el trono a sus padres. La muerte de un miembro de la familia real siempre era motivo de tristeza entre el pueblo, pero eso ya era demasiado, podría haber revueltas entre los súbditos, quizá algunos señores feudales aprovecharían la oportunidad para hacerse de más poder. ¿Qué podría hacer el Consejo Real con apenas representación de algunos ancianos?
-¿Y bien? –apuró la anciana a los consejeros –debemos iniciar el debate sobre el destino de nuestro reino.
Todos en el consejo sabían la respuesta, habrían de nombrar un interinato, con los votos necesarios cualquier miembro del consejo podría ser sucesor de la familia real, se requerían de dos terceras partes para ser nombrado rey o reina. Así se lo hicieron saber a la Dama de Compañía de la Princesa, quien parecía haberse erigido en moderador del consejo. Dos terceras partes de los votos, maldita sea, pensó la anciana, parecía imposible. A ese paso podría llevar días, así que se dirigió a los pares del consejo de la siguiente manera:
-Las tradiciones indican que deberán votar por un miembro de este venerable consejo, de entrada todos son candidatos viables, pero el ganador deberá contar con dos tercios de los votos. Los conmino a generar consensos por el bien de nuestro pueblo.
Una vez que se tengan las papeletas con los votos serán contados por el Maestre, deberá ser el miembro de este consejo de mayor edad, así que Maestre Carmell –dijo la anciana dirigiéndose al que parecía ser el más anciano de la concurrencia –será usted quien dirija esta votación. Les recuerdo que la sala del consejo se sellará, no podrán salir hasta que tengamos un ganador.
Tres tercios de los votos, pensaron todos, parece imposible.
Las puertas de la sala se cerraron, se encendieron los candelabros, se repartieron las papeletas, el mediodía comenzaba a ceder su lugar a la tarde.

viernes, febrero 20, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXIV

Una sombra se deslizaba por los senderos del pueblo, buscaba.
Xulius recuperaba el aliento frente a la presencia del gran Caballero de Obsidiana, el maestro de todos los caballeros oscuros.
Una princesita se despertaba al mediodía entre las sábanas de su cama, emocionada de saberse enamorada.
Un guardia real, herido, se recuperaba en un rincón de una cabaña cerca del pueblo.
Un caballero negro miraba con orgullo a su maestro, mientras preparaba sus armas para la batalla.
Un aprendiz de caballero escarlata se preguntaba que habría sido de su amada en tanto que su maestro le conducía por el bosque encantado del reino a la búsqueda de un escondite.
Los miembros del Consejo Real debatían sobre el destino del reino sin su princesita, a punto de cumplir los catorce años, edad en la que legalmente podría hacerse cargo del reino y lamentablemente se había perdido.
En la oscuridad de una estancia del Palacio, corridas las cortinas de la ventana para no dejar entrar ni un rayo de luz matinal, una anciana sonreía para sí, pensando que sus planes estaban coronados con el éxito.
Decenas de guardias del palacio regresaban con las manos vacías, tristeza reflejada en el rostro.
En el pueblo, un tabernero abría su local esperando que el cielo siguiera despejado, que los vientos de tormenta de las noches anteriores no estropearan sus ventas.
En la mazmorra del palacio un guardia se desconcertaba al entrar al calabozo vacío, rascándose la cabeza como preguntando qué demonios pasó ahí.
En la oscuridad de una caverna, iluminada apenas por un fuego rojo, el aprendiz de caballero escarlata se preguntaba si volvería a ver a la princesa. En ese momento solo deseaba una cosa, volver a besarla.

jueves, febrero 19, 2009

Cómo/Si

Cómo decirle a mis ojos que borren tu imagen a fuego grabada,
cómo pedirle a mis sueños que no te sueñen más nada,
cómo exigirle a mi piel que no le hagas falta,
cómo suplicarle al corazón que no de vuelcos al mirarte,
si de imágenes tuyas está hecha mi memoria toda,
si de sueños tuyos están llenos mis recuerdos,
si del calor de tu piel en mi piel es como vivo aquí dentro,
si de vuelcos el corazón te ha hecho un baile.
Cómo explicar esto que abarca una y mil vidas,
cómo dejar de gritar tu nombre en el desierto lejano,
cómo vivir este momento,
cómo dejar de verte cuando de cerca te tengo,
si una y mil vidas quiero ser de ti, propiedad del tiempo,
si de tu nombre me sé de memoria sus consonantes y vocales,
si a fuerza de repetir esta historia me la he creído toda,
si es la fuerza de tu presencia la que me cura el alma.
Cómo.
Si.

jueves, febrero 12, 2009

Mensajes

Saben a tu boca dulce corazón,
dulce olor de labios que callan,
saben a la fruta de la sinrazón,
mensajes ocultos que se hallan.

Arráncame una risa sincera,
despójame de mis ataduras todas,
mírame con tus ojos de larga espera,
hazme escribir de tu amor las odas,

que de nostalgias se convierte mi alma,
por mirarte siempre,
por dejarte la impronta de mi calma,

mensajes de amor en tinta roja,
no hay quien deje de serlo,
no hay quien del amor escoja,

tómame ahora como vino añejo,
apura la copa, diestra la mano,
diestros tus labios,
déjame irme haciendo viejo,
mientras con tus manos me escribes
en la piel un mensaje de propiedad,
un título de amores y ansiedad.

[Para no hacerlo más largo]

martes, febrero 10, 2009

Historia de diez

Mientras el coche tomaba el camino de regreso a casa, ella pensaba en sí
a esas horas de la noche la dejarían entrar, no supo de sí en todo ese tiempo,
repetía para sus adentros, ¿en qué estaba pensando?, esperó a que la luz
intermitente de un semáforo dejara de encandilarla para voltearlo a ver,
a pocos centímetros de ella le parecía tan ajeno pero a la vez tan suyo,
nada podría hacer que dejara de amarlo, de desearlo, aunque sabía que podían
atraparles algún día. Él volteó a verla de reojo, sonriendo buscaba con su mano
garabatear algo en la piel de ella, unas letras, simple mensaje en braile,
así era su lenguaje, en silencio y sin palabras habían aprendido a comunicarse,
regresaban todavía con la respiración entrecortada, con el deseo flotando,
casi sin aliento se decían dos o tres palabras, juntos se reían de su suerte,
intentaban que no se les notara, pero llevaban un letrero pegado en el pecho,
amantes, eso era lo que decía el letrero si es que alguien pudiera leerlo, él buscó
hacerse de la mano de ella, tocarla, rozarle lentamente las líneas que
escudriñaban de alguna manera su destino incierto,
razones había de sobra para saber que aquella historia podía acabar con ellos,
repitieron una a una aquellas razones, era como un mantra, cada tarde que se
encontraban en secreto sus voces se unían para enlistar los motivos por lo que
razonablemente no podían estar juntos, pero había mucho más en los pros,
así se despedían cada noche, había mucho en los pros para seguir adelante.

lunes, febrero 09, 2009

Poema D

Ojos como almendros florecidos, de
tardes que son las mismas y nuestras,
de noche que nunca vienes y se,
que en sueños siempre demuestras,

somos como dos extraños y muestras
los labios al viento que no cede,
como quien invita al beso detrás
de la puerta entreabierta de la fe.

Y yo te quiero todos los días
con sus noches estrelladas como
quiero a mis mejores melodías,

ni de pena el corazón asomo,
ni mi alma que peligra entrevías,
no averiguo de su libro el lomo
[corazón diestro de tantas niñerías].

viernes, febrero 06, 2009

Poema C

Despierto a la misma hora cada noche
y miro tu sueño inacabado, vamos
que voy guardando instantes de reproche,
desnuda el alma mía de reclamos.

Patéticos esfuerzos que nos damos,
por mantener los ojos en derroche
de ilusiones sin querer entregamos
restos de sentimiento cada noche.

Y no es verdad que todo quede
sin decir nada bajo las sábanas,
peca más lo que no se puede.

Y es verdad que en las noches vanas
ese resentimiento viene y muerde,
se queda ahí casi todas las mañanas.

martes, enero 27, 2009

Poema B

Alfarera de mis días inconclusos,
ven, moldea mis memorias todas,
déjalas libres, recuerdos reclusos,
esculpen tus manos mi historia en odas.

Dejaré aquí mis ajadas bodas,
malhadadas noches en desusos,
como árbol viejo al sentimiento podas,
cortas como aguja de ancestrales husos.

Alfarera, con tus pies das vidas,
aliento para el torno que al barro
conviertes en oro como hizo Midas.

Ven que te daré lo que me pidas,
bebe conmigo el vino de este tarro,
que despierta sensaciones dormidas.

lunes, enero 26, 2009

Poema A

Apareces tú, larga espera en la ciudad,
de maltrechos caminos recorridos,
abrazo de recuerdos tu oquedad,
ven, deja que te construya un nido.

Vendré a esperarte adormecido,
cual espiga en días de ansiedad,
tu voz me habla a tiempos requerido,
sueños tengo repletos de ambigüedad.

Déjame tendido sobre el río,
lecho de mis agonías vespertinas,
cúbreme del incesante frío.

Estaré aquí con el corazón mío,
resucita en mis alegrías matutinas,
redime pues mi sentimiento impío.