Breve entre sueños

Yo he andado tus caminos,
en sueños recorro
el territorio de tu cuerpo todo,
con andar tranquilo
y sin prisas
voy reconociendo los valles,
las cañadas y colinas,
de brújula mis manos,
de mapa esta memoria
que no te olvida.

¡Ay mujer!

Guardo en relicario de madera

el collar de perlas 

que le da vida a tus labios,

dos cuentas de cristal traslucido 

que destellan cuando ríes,

cuatro notas musicales

de tu risa al mediodía.

¡Ay mujer que lejanas pareces tan mía!

Atesoro entre hojas de árbol

los días que en la memoria se fueron,

los pilares que te sostienen

cual sustento que alimenta el recuerdo.

¡Ay mujer que en la distancia te revelas!

Diosa que entreteje de momentos

el sueño de la justa recompensa

y allá donde estás,

como un pez al anzuelo

mi mirada se engancha a tu existencia,

se pierde, se embriaga en tu esencia,

te busca,

se entrega,

se embelesa:

¡ay mujer con toda tu grandeza!

Te ando extrañando

Fíjate que te ando extrañando,

tú sabrás por qué,

tu sonrisa de mil soles,

la forma como amanecen tus ojos,

la manera en que mis manos

hacen suyas tus mejillas,

tus comentarios plagados

de amoroso sarcasmo.

Date cuenta que me faltas,

anda, que tú sabes bien la causa,

tu andar despreocupado,

esa voz danzarina de cuenta cuentos,

tu mano en un puño cerrado,

incluso cada vez que mi abstracción

te exaspera, la extraño.

Debes saber que te añoro,

quizá por decoro lo ignoras,

tus miradas de soslayo,

la media sonrisa cómplice,

el canto de tu risa,

tu presencia vespertina,

de cierto sé 

que has andado este mapa mío,

dueña del camino

y del destino.

Caminos amarillos

Me veo en sus ojos.
Maraña.
Laberinto intrincado de caminos sangrientos.

Veo en su mirada adolescente:
la derrota del adulto,
la miseria que han dejado
días enteros
inhalando caminos amarillos
con destino a la locura.

Con los labios rotos,
la sonrisa interrumpida, 
la vida como pretexto,
la herida supurante
de su honda agonía.

Con las manos
se va construyendo una idea,
una cueva a la cual marcharse
cuando la noche sea tan fría
que ni con fuegos de artilugio 
se deje engañar,

y lo veo marcharse a paso lento,
arrastrando los pies por la grava
del camino,
como deudo de su propio funeral.

Tic tac, tic tac

¿Quién tiene la razón del mundo,

sobre las cosas que no sabemos,

de las decisiones que debemos tomar,

alguien sabe en verdad de antemano la respuesta?

Miro a través de la ventana de mi oficina,

el verde prado, los pinos danzando,

un cielo rasgado de blanco,

los espejos del sol matutino,

y pienso,

sí, 

pienso en la noche callada,

en el camino andado,

en la vereda y en los cardos,

en tu abrazo nocturno,

en el calor de tu piel en mis manos,

en el beso que se otorga en la mañana,

pienso todo eso,

en tanto el día transcurre su larga marcha,

tic tac, tic tac,

del reloj de la esperanza.

Jamás el tiempo

Este cielo acerado,

ausente de recursos

no hay suficientes sílabas

para formar una historia alineada,

el tiempo,

chamán inmemorial,

nacido del fuego eterno,

parido en medio de un vendaval,

el corazón agonizante,

late de a poco como en

sentido contrario, reloj maltrecho.

Jamás el tiempo

convertido en curandero,

envuelto en magia,

ritos de entretención,

ha podido aliviar una pena,

resucitar un sentimiento,

traer del mundo de los muertos

a aquel que por desgracia

murió de dolor y desesperanza.

Rastro de ti

No dejo de pensarte,
te veo entre la gente,
en la calle,
en el centro comercial,
te veo en la sonrisa del niño,
te pienso en la mascota que no tengo
pero sé de seguro que adorarás,
escuchó tu risa
en el pasillo del mercado,
eres la presencia eterna,
la lucha de conciencia,
mi remanso de agua fresca
en el desierto que es esta soledad.

Constelaciones

Noche

estrellas congeladas

cielo como espejo de plata,

Negra noche

sin luna.

El cobijo

de la leche derramada

el camino de los dioses.

La certeza

de la fragilidad.

Lo inmenso

bóveda que es refugio

cueva celestial.

Hogar compartido

brasas de fuego eterno

abrazo que libera.