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viernes, julio 31, 2009

Adioses postergados

Si tan sólo nuestros caminos
siguieran rutas paralelas,
si tan sólo nuestras miradas
no se encontraran a cada mañana,
entonces podríamos escribir otro cuento,
quizá sería posible cantar otras canciones,
crear otros poemas de versos rotos,
si tu cuerpo no fuera mi alimento,
si tan sólo tus besos no me dieran aliento,
entonces borraría toda esta historia,
empezaría de cero otra novela,
pero no puedo,
este corazón se niega, rehúsa,
grita por lo bajo que no importa,
que aun así te amará toda la vida.

Porque jamás será un tiempo perdido

martes, julio 28, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXXI

Era lo menos importante en aquellos momentos, pensó Xulius durante el entrenamiento. Sus sensaciones estaban siendo mutadas, ya no le importaba la Princesita, ni el Reino, ni mucho menos el miedo que sintió al ver por primera vez al Señor de las Tinieblas. Ahora lo que ocupaba la mente del joven que un día se sintió capaz de conquistar a la noble princesa era sobrevivir. No perecer en el intento por convertirse en un Caballero Oscuro, en un Hombre de Negro, dueño de los más poderosos hechizos.
El Maestro de la Oscuridad, como se conoce al encargado de entrenar a los nuevos reclutas, mira con frialdad al joven cuando éste cae luego de fallar un hechizo intermedio.
-Si no puedes con este conjuro, no sé qué te vio tu reclutador –dijo el Maestro con desdén.
Xulius sólo atinaba a jalar aire a bocanadas, trataba de concentrarse pero el dolor era insoportable. Sin embargo, no había opciones. O salía vivo del entrenamiento o jamás vería la luz del día. En un reino de oscuridad, la luz parece atenuarse hasta convertirse en un remedo de luminosidad, más parecida a la niebla nocturna alumbrada por la luna, que a los rayos del sol.
-Vamos, eres un inútil, una vergüenza para nuestra estirpe –gritó el Maestro de la Oscuridad.
Xulius se concentró una vez más, levantó los brazos en dirección al oeste, pronunció unas palabras, casi como un murmullo, entonces de los dedos de sus manos surgió una nube negra, casi parecía tener vida, una nube que parloteaba, se metía en los pensamientos del enemigo y los hacía enloquecer.
-Bien, es todo por hoy –dijo el Maestro.
-¿Es todo? –dijo Xulius -¿tan sólo eso me va a decir?
-Tardaste demasiado.
-Pero lo hice, ¿no?, merezco más que un “bien, es todo” –se quejó el aprendiz.
-Mereces hablar menos y escuchar más –fueron las palabras del Maestro y enseguida con un ademán de su mano izquierda desapareció la boca de Xulius. Aterrorizado, el joven quiso gritar pero ningún sonido emergió de su garganta.
-Eso está mejor –dijo el Maestro y se alejó dejando a Xulius sumido en la desesperación.
Más tarde, esa misma noche, un grito desgarrador se escuchó en las celdas de los aprendices. El joven por fin podía desahogar su frustración, su boca había vuelto a su rostro.
El Maestro sonrío con sorna y dijo por lo bajo –ya aprenderá.

lunes, julio 27, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXX

El viejo Jasón sonríe mientras ve comer a duras penas al Guardia Real, sabe que la poción con la que ha aderezado la sopa que le llevó levantará al más débil y agonizante guerrero. Kutber comienza a sentirse reanimado, vivo otra vez, aunque el recuerdo de los monstruosos Roars que le atacaron apenas unas horas antes le seguía estremeciendo. Entonces, cuando estaba a punto de terminarse la sopa, recordó de golpe su misión y a sus hermanos de sangre caídos bajo las garras de los guardianes de la oscuridad, esos monstruos creados por el Señor de las Tinieblas, que los emboscaron en las ruinas del bosque sin fin.
-La Princesita –dice Kutber en voz alta mirando al anciano Jasón.
-¿Qué pasa con la Princesita? –quiere saber el viejo.
-¡Está en peligro, debo ir a rescatarla! –insiste el Guardia Real y hace un ademán por levantarse, pero la poción del anciano no ha terminado de hacer efecto y Kutber cae de bruces al lado de la silla del comedor.
-Tranquilo hijo –intenta calmar el anciano al joven guerrero, estás muy débil todavía como para salir a guerrear. Primero debes reponerte y pensar en la mejor manera de acudir a ayudar a vuestra Princesa.
-Pero es que…-insiste Kutber, aunque se da cuenta que lo que dice el anciano es verdad, aun no puede ni ponerse en pie. Así que se vuelve a sentar para acabar su sopa mientras Jasón lo mira tratando de encontrar las siguientes palabras.
-Hijo –comienza a decir el viejo –¿recuerdas a tus padres?
-Pues no, solo sé que fui entregado de pequeño a una familia humilde que para salir de sus problemas me llevaron a la milicia en cuanto cumplí los siete años de edad, pero por qué la pregunta –quiso saber Kutber.
-No, por nada en particular, solo que tu rostro me recuerda a alguien muy querido para mí, dejé de verlo hace ya muchos años –dijo el anciano con un dejo de tristeza en la voz.
-¿Alguien muy querido?
-Sí, pero ya no tiene caso hablar de eso.
-¿Algún familiar, acaso?
-Así es joven guerrero, un familiar muy importante para nuestro clan –aceptó por fin el anciano.
-¿Y dice que yo le recuerdo a esa persona?
-Tu rostro, tu voz, incluso algunos de tus ademanes al hablar.
-No puede ser, es imposible que hayan dos personas tan parecidas y sin ningún parentesco.
-Por eso te pregunté si recordabas a tus padres –explicó el viejo Jasón.
-No puede ser –exclamó Kutber.
-No precipitemos las conclusiones hijo, no tiene caso que te dejes influir por los pensamientos de un viejo achacoso como yo –pidió Jasón.
-Es que toda mi vida he buscado mis orígenes, he indagado en casa aldea en la que me ha tocado servir como Guardia Real, y nadie ha sabido decirme nada.
-Pues creo que has llegado a la aldea correcta esta vez hijo mío –dijo el anciano sonriendo.
La tarde estaba cayendo ya sobre los límites del bosque, negros nubarrones en el cielo provocaban más oscuridad que la habitual en aquella hora. Kutber se quedó sentando frente al anciano que le miraba con benevolencia, sin saber qué hacer o qué decir. Un vuelco en su corazón le indicaba que el destino le había llevado hasta esa cabaña.

miércoles, julio 08, 2009

Sin título

"Veo tu foto y a veces eres tú, otras un cactus florecido"

Rey Maldito a ciegas

miércoles, julio 01, 2009

Poema desesperado II

Aún mis ojos te buscan cada tarde,
cuando el sol poniente, moribundo
y bello]
parece lamentarse de su incierto
velo]
entonces mis entornados ojos
esperan tu figura entre las luces
difusas]
aún mi alma se sorprende
de tu piel desnuda en la penumbra,
del calor que nos envuelve
como manto que proteje,
y busca entre las olas que van
formando las sábanas,
atrapar tu esencia de mujer deseada,
aún este corazón se vanagloria
de saberse amado, grita en el silencio,
que es mucho lo que ha esperado,
esperanzado, esperanza que nutre
de mil voces mi corazón adolorido.