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martes, marzo 31, 2009

Tiempo Atrás Sabía Todo

Hubo un tiempo en que sabía todo,
de la noche sus secretos
y del día sus modos,
del momento sus retos,
hubo un tiempo que a veces
vuelve en forma de canciones viejas,
de colores nuevos y con creces
me entregan sus pasiones añejas,
hubo un tiempo en que te tuve,
barro fuiste entre mis manos
de alfarero constructor de nubes,
moldeé tu figura apenas renacida,
tiempo atrás sabía todo,
hoy pretendo que a mi modo,
la vida surja repentina entre los dos,
hubo un tiempo que hoy extraño,
cálida la noche, fría madrugada,
y a través de mi ventana espero, cada año,
encontrar de nuevo tu imagen dibujada.

¡Siempre, todo!

miércoles, marzo 25, 2009

Canción para las madrugadas

Un solo lugar para hablar/
de todo lo que dices/
que sabes.
Una oportunidad/
para dejarse ir/
un tiempo/una señal/
para pensar/
con los ojos puestos en la verdad.

Un solo lugar para buscar/
para encontrar nuestro hogar/
un tiempo para recordar/
con los labios puestos/
en la boca del mal.

Somos como sitios desvencijados/
áticos abandonados/
seres que se mueven en la noche/
muertos de sueño/
despiertos en la eternidad.

Dame/
dame/
razones para seguirte/
no sólo esos ojos que me enloquecen/
dame de beber tu savia caliente.

Un solo lugar para buscar/... (bis)

¡Ya sabes!, ponle melodía.

lunes, marzo 23, 2009

Derroteros nunca recorridos

Quién si no la luna
atestiguó la noche,
quién si no las estrellas
iluminaron el escenario,
cuál si no tu voz
me dio razones para
seguir buscando,
fueron mis manos,
fueron mis labios,
fieles viajeros
por los derroteros de tu cuerpo,
mis ojos ciegos encontraron
el camino de tu voz,
mis brazos fueron rodeando
como algo tan preciado,
anhelantes,
el tesoro de tus manos,
quién si no la luna
sollozó al enterarse
de este gran amor,
quién si no las estrellas,
hicieron constelaciones,
confeccionaron sueños,
quién si no,
el mudo testigo de este sueño,
del cual despierto,
del cual escribo,
del cual me dejo al descubierto,
del cual con la nostalgia
hoy persigo.

martes, marzo 17, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXVIII

Kutber.
Kutber.
Una voz, mil voces, de dónde provenían, su cerebro no alcanzaba a definir el origen, pero ahí estaban, presentes, claras, diáfanas como una luz que atraviesa la oscuridad de una habitación sin sol. El guardia real se fue despertando poco a poco, fue percibiendo el calor de la chimenea a su espalda, también fue consciente del dolor de sus heridas aun sin sanar, algunas plastas de hierbas medicinales cubrían las más grotescas, eran heridas de una batalla, quizá, no lo recordaba. No había mucho que recordar, se dijo en voz alta y se sorprendió al escuchar su voz reseca, como si tuviera años de no hablar, casi no se reconocía en ella. Aclaró la voz, quiso gritar, pero no salió más que un murmullo de su boca, pudo espantarse, pero ese sentimiento aun no lo conocía. No estaba lejos de hacerlo. Pero ese mediodía, en la cabaña cercana al pueblo, ante una fogata que lo reconfortaba, no sentía temor. Kutber se comenzó a levantar, pero tuvo que desistir de su intento, las heridas aun dolían, el dolor, esa si era una sensación muy conocida.
El anciano se percató de que Kutber estaba despierto mucho antes de que éste se diera cuenta de que lo observaban, sonrió con una boca desdentada, las arrugas de su frente parecieron convertirse en grietas insondables pero sus ojos reflejaron una luz llena de brío, una luz que no se veía incluso en los guerreros más jóvenes y osados. Jasón había vivido muchos años, más de los que aparentaba y muchos más de los que le convenía decir, vertió un poco de caldo en un plato de madera y se fue acercando al herido, el olor a comida comenzó a llenar la habitación, Kutber alzó la cabeza.
-No, no te levantes muchacho –dijo Jasón mientras colocaba el caldo en una mesa de madera junto al guardia real. –Verás cómo esta sopa caliente te repondrá en cuanto te la comas –prometió con una amplia sonrisa.

miércoles, marzo 11, 2009

De Princesas y Otros Cuentos XXVII

De pie, frente al Gran Caballero de Obsidiana, señor de la oscuridad perpetua, Xulius percibió su infinita miseria. Estaría a merced de aquel ser de maldad, su corazón se contrajo con solo escuchar la voz cavernosa que le decía, sin mover los labios, todos sus planes para controlar el reino. Pero para ello, y eso sí le sorprendió, necesitaba de su ayuda. Xulius se preguntó si era una treta, si acaso en cualquier momento aquel señor todopoderoso alzaría un dedo y él, como un títere, bailaría al compás de una música milenaria e infernal, para perderse en los resquicios de la locura. Sintió que su alma se llenaba de terror, pero se dio cuenta de una sensación nueva, ambición, sí. Xulius quería a la princesita, la deseaba, desde el primer día que la vio sentada en su carruaje real dando un paseo por la plaza del pueblo, aquel día aciago cuando decidió que era capaz de besarla. Había otro sentimiento que pugnaba por salir, arañando las entrañas del muchacho, como un insecto devorador de cuerpos, ese sentir podría ser definido como admiración, una profunda e irracional admiración por los caballeros oscuros, tal parecía que nada los detendría, eran seguramente invencibles.
El Caballero Oscuro, aquel que una tarde lluviosa reclutara a Xulius, estaba inclinado sobre una rodilla, en actitud de meditación. Un extraño halo oscuro surgía de su cuerpo, era como si toda su fuerza estuviera concentrada en algo, algo que le costaba mucho trabajo conseguir. El Gran Caballero de la Armadura de Obsidiana se percató de eso, se llevó un dedo a los labios como para callar los pensamientos del muchacho que tenía delante, y esbozó una sonrisa en una boca que parecía tener todos los dientes afilados del mundo. –Leal sirviente –dijo dirigiéndose al Caballero arrodillado –esta vez me parece que has hecho un excelente trabajo, te pediría que no te flageles, pero es una oferta que no podría rechazar – afirmó mientras miraba a Xulius, su rostro se llenaba de satisfacción al percibir el miedo que crecía en el corazón del muchacho. De pronto surgieron de la nada unos gritos de dolor, desgarraban el alma, y unos hilos de sangre al rojo vivo emanaron debajo de la armadura del Caballero Oscuro que se había desplomado frente al trono del Señor de las Tinieblas, Xulius atinó a cerrar los ojos, pero aun con los ojos cerrados podía ver como una serie de látigos invisibles desgarraban la piel del Caballero arrodillado, mientras unas sombras se mecían al ritmo de una música que surgió de lo más profundo del recinto en el que se encontraban. El Señor de Obsidiana se rio a carcajadas, una risa que podría causar la locura a cualquier ser humano, y de pronto gritó: --¡suficiente!
Acto seguido el hombre, si es que puede recibir tal nombramiento, que se había desplomado sangrando al rojo vivo frente a su Señor, se incorporó, el dolor desapareció igual como había llegado. Se repuso del todo y levantó la cara aun ensangrentada para cerciorarse de que su sacrificio había sido bien recibido, con una media sonrisa se acomodó la armadura negra y tomando del hombro a Xulius se lo llevó a otro recinto. –Es tiempo de que inicies tu entrenamiento, es posible que muy pronto sean puestas a prueba tus virtudes –Xulius no entendió, pero asintió con un ligero movimiento de cabeza. Lo que vio a continuación representó todas las imágenes de horror que podría guardar en su todavía joven memoria, no estaba preparado para eso. Xulius entró al recinto de entrenamiento y lo primero que hizo fue desmayarse.

martes, marzo 10, 2009

De Princesas y Otros Cuentos XXVI

En el balcón del castillo, por donde entraba la luz del sol en las mañanas, nacía un tulipán. Era un tulipán rojo, que buscaba el calor del sol entre la herrería del balcón. La princesita despertó de su letargo sintiendo que algo muy importante estaba a punto de ocurrir, buscó en su ropero el vestido adecuado para el día y se peinó con su peine de cristal mientras tarareaba por lo bajo una canción de cuna que su madre le había enseñando noches antes de que se la llevaran al internado. No podía describir la sensación de ausencia que le provocaban las noches sin sueño cuando recordaba a sus padres como si estuvieran comentando en el salón de reuniones sobre lo acontecido en el día, parecía tan cercano, sus recuerdos estaban tan vivos dentro de su alma. La princesita ahogó un gemido y se limpió una lágrima escurridiza en la mejilla. Intentó sonreír pero no le gustó el resultado que reflejaba el espejo. Se levantó, acomodó su vestido del color del atardecer, era un hermoso vestido de hecho, una tela mágica que le caía perfecto sobre su cuerpo, no era violeta, ni azul, ni rosa, era del color del cielo en un atardecer de primavera en el Reino.
La princesita abrió la puerta de sus aposentos, en el ala oeste del castillo real, se encontró con un pasillo vacío, de los pisos inferiores le llegó el murmullo de personas trajinando, no le dio mucha importancia, pero lo que sí le pareció extraño fue la ausencia de su Dama de Compañía, nunca la había dejado sola desde su llegada al Palacio. Siguió por el pasillo, tantas veces recorrido en su infancia, llena de emociones, de juegos infantiles, precedida por su niñera que la seguía a todas partes; escuchando la risa fresca de la reina madre, las sonoras carcajadas del rey. Dónde estaban todos, pensó la princesita y sintió una opresión en el pecho, algo estaba mal, algo no encajaba. Apenas unas horas antes se sentía dueña de todo el mundo, soberana del universo tan solo porque se había descubierto enamorada y plenamente correspondida. El beso, el beso furtivo del caballero aquel, de la capa escarlata, el mismo que la había cortejado desde que llegó al Palacio por medio de cartas lanzadas al balcón de su habitación, ese beso inconmensurable, que la atrapó de inmediato, que la llevó al vacío y la elevó hasta el cielo al mismo tiempo, “oh amado caballero, ruego al gran Rajmandir que te proteja” pensó la princesita mientras bajaba las escaleras de piedra rumbo a la Sala de Sesiones del Consejo, era inusual no encontrar a nadie, dónde estaban incluso los sirvientes, los lacayos, los guardias reales.
Llegó a la puerta de la Sala de Sesiones, de manera inexplicable no había nadie resguardando la entrada, pero se escuchaban voces apuradas en su interior, “¿qué está pasando?” se preguntó la princesita en tanto empujaba la enorme puerta que comenzó a moverse sobre sus goznes, produciendo un leve susurro. Entró a la sala iluminada, con un velo de luz violeta tras su espalda, no esperaba ver los rostros de los ancianos del Consejo que se volvían hacia ella, no esperaba ver la reacción, los rostros sorprendidos, las muecas de incredulidad, los ojos que pedían una explicación. La princesita aseguró la puerta tras de sí. Entonces sonrió.

sábado, marzo 07, 2009

Y el corazón anda presto

Hoy quisiera llevarme tu beso
grabado en la mejilla,
pintado en los labios cual preso,
cual ídolo mágico de arcilla,
cargar en mis brazos tu peso,
sentir que tu cuerpo se entrega,
hoy quisiera tenerte, corazón ileso,
alma que cual hada llega.

Hay nostalgia en mis palabras todas,
añoro tu tibieza cuando eres mía,
el sabor de ti, del placer dos bocas.

Hoy callado entre tanta gente,
pienso en ti mientras escribo esto,
extraño tu voz que me presiente
si ando triste,
ries, me hablan tus ojos
y el corazón anda presto.

"Porque sé que lo sabes, siempre"