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lunes, septiembre 21, 2015

Hombre solitario

Te sientas en la misma mesa,
desvencijada por los años,
esperas,
después de tanto tiempo
ya no sabes lo que esperas,
cabello desaliñado,
tabaco sin encender en tu mano,
sonríes al viejo que toca el arpa,
suspirando.

Eres como esas viejas ciudades
comunistas en la guerra fría,
en tu rostro se detuvo la historia,
en tus labios se desgajó la memoria,
decepcionado
un sorbo aquí y otro allá,
el café cortado,
helado.

Todos somos espías de nuestro sino,
vamos,
que a veces sabemos demasiado,
como en una novela de Le Carré,
morimos apenas a unas páginas
de haber empezado.

¡Qué terrible historia nos han contado!

Y te imagino frente al televisor
viendo a la nada,
de compañía trivial conversación
de dos personajes sin importancia,
el chiste se cuenta solo:
hombre solitario busca.

Tarde te enteras de la emboscada,
los hombres que conversaban,
la chica del vestido rojo,
el niño en su triciclo,
el viento a través de la cortinas,
todo a tu alrededor es un montaje,
tu misma vida es una farsa,
la bala que viaja y tú montado en ella,
esa bala que atraviesa tu corazón
y te mata.

lunes, septiembre 14, 2015

Cuarentena

Como cuervos que vuelan por encima,
imágenes del residuo que se cuelan,
gente,
mares de gente en la desesperanza
de no encontrarle sentido,
es el miedo, la rabia, la eterna rabia,
la contra, el motivo oculto de no querer nada.

Y somos fantasmas del vacío,
la vacuidad misma que nos embarga,
zombis buscando corazones,
tan solo un trozo de corazón
que nos calme el hambre,
esa cosa pecaminosa que carcome,
que nos mata de prurito y ansiedad.

Todo ha cambiado,
quizá para siempre
y nadie lo ha notado,
el mundo se movió tres grados,
órbitas desajustadas,
abrazos que en la ausencia
se convierten en síndrome
de la abstinencia.

Y pienso:
son sus ojos, te atraviesan
como dagas
desde las fotografías,
reminiscencia de lo posible,
sarcasmo de esta realidad
de la que ahora escapas.

El abismo clama con su boca
de oscuridad,
me guiña el ojo todas las noches,
seductor que con sus manos
acaricia mi alma atribulada,
le ignoro, no por cobardía
si no por hastío.

Y el abismo se queda ahí:
esperando,
esperando.

Los deudos llevan las cenizas
de este muerto,
y yo aguardo,
doliente,
con una abnegación pasmosa,
casi como el enfermo
que soporta la cuarentena
porque le han dicho que hay esperanza,
ese eufemismo que nos fascina,
que nos alcanza.

viernes, septiembre 11, 2015

Tuve

Tuve una vez tus ojos,
sol de mis mañanas,
almendros,
ámbar milenario.

Tuve otra vez tu piel,
tierra inexplorada,
campo de girasoles,
mía como mapa secreto.

Tuve aquel día tu cuerpo,
continente conquistado,
descubierto,
entregado,
transparente y luminoso.

Amado.

Tuve tu voz en un susurro,
en mi oído,
en mi boca,
en mi piel,
tu voz como un grito
que se encumbra
y se despeña
cuerpo abajo.

Tuve esa vez tus manos,
reconociendo,
aprendiendo lenguajes nuevos,
reencontrando,
andando mis caminos.

Tuve una vez la historia
más increíble del mundo.