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lunes, febrero 23, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXV

Al interior del consejo real.

-Lamentablemente no hemos tenido éxito en la búsqueda de nuestra Majestad, hemos de seguir buscando, pero las esperanzas cada vez son menores –empezaba a decir la anciana que había fungido como Dama de Compañía de la princesita. –Me parece que es nuestro deber llegar a un acuerdo sobre cómo se gobernará el reino mientras nuestra princesa no esté aquí –propuso la mujer con una mueca de resignación, acaso de consternación por lo que acaba de decir. Los miembros del consejo empezaron a murmurar, no concebían la mala suerte que ahora parecía ensañarse con su reino, primero el absurdo accidente de los reyes, quienes en su testamento habían dejado claro que sería la princesita, traída desde su internado, quien sucedería en el trono a sus padres. La muerte de un miembro de la familia real siempre era motivo de tristeza entre el pueblo, pero eso ya era demasiado, podría haber revueltas entre los súbditos, quizá algunos señores feudales aprovecharían la oportunidad para hacerse de más poder. ¿Qué podría hacer el Consejo Real con apenas representación de algunos ancianos?
-¿Y bien? –apuró la anciana a los consejeros –debemos iniciar el debate sobre el destino de nuestro reino.
Todos en el consejo sabían la respuesta, habrían de nombrar un interinato, con los votos necesarios cualquier miembro del consejo podría ser sucesor de la familia real, se requerían de dos terceras partes para ser nombrado rey o reina. Así se lo hicieron saber a la Dama de Compañía de la Princesa, quien parecía haberse erigido en moderador del consejo. Dos terceras partes de los votos, maldita sea, pensó la anciana, parecía imposible. A ese paso podría llevar días, así que se dirigió a los pares del consejo de la siguiente manera:
-Las tradiciones indican que deberán votar por un miembro de este venerable consejo, de entrada todos son candidatos viables, pero el ganador deberá contar con dos tercios de los votos. Los conmino a generar consensos por el bien de nuestro pueblo.
Una vez que se tengan las papeletas con los votos serán contados por el Maestre, deberá ser el miembro de este consejo de mayor edad, así que Maestre Carmell –dijo la anciana dirigiéndose al que parecía ser el más anciano de la concurrencia –será usted quien dirija esta votación. Les recuerdo que la sala del consejo se sellará, no podrán salir hasta que tengamos un ganador.
Tres tercios de los votos, pensaron todos, parece imposible.
Las puertas de la sala se cerraron, se encendieron los candelabros, se repartieron las papeletas, el mediodía comenzaba a ceder su lugar a la tarde.

viernes, febrero 20, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXIV

Una sombra se deslizaba por los senderos del pueblo, buscaba.
Xulius recuperaba el aliento frente a la presencia del gran Caballero de Obsidiana, el maestro de todos los caballeros oscuros.
Una princesita se despertaba al mediodía entre las sábanas de su cama, emocionada de saberse enamorada.
Un guardia real, herido, se recuperaba en un rincón de una cabaña cerca del pueblo.
Un caballero negro miraba con orgullo a su maestro, mientras preparaba sus armas para la batalla.
Un aprendiz de caballero escarlata se preguntaba que habría sido de su amada en tanto que su maestro le conducía por el bosque encantado del reino a la búsqueda de un escondite.
Los miembros del Consejo Real debatían sobre el destino del reino sin su princesita, a punto de cumplir los catorce años, edad en la que legalmente podría hacerse cargo del reino y lamentablemente se había perdido.
En la oscuridad de una estancia del Palacio, corridas las cortinas de la ventana para no dejar entrar ni un rayo de luz matinal, una anciana sonreía para sí, pensando que sus planes estaban coronados con el éxito.
Decenas de guardias del palacio regresaban con las manos vacías, tristeza reflejada en el rostro.
En el pueblo, un tabernero abría su local esperando que el cielo siguiera despejado, que los vientos de tormenta de las noches anteriores no estropearan sus ventas.
En la mazmorra del palacio un guardia se desconcertaba al entrar al calabozo vacío, rascándose la cabeza como preguntando qué demonios pasó ahí.
En la oscuridad de una caverna, iluminada apenas por un fuego rojo, el aprendiz de caballero escarlata se preguntaba si volvería a ver a la princesa. En ese momento solo deseaba una cosa, volver a besarla.

jueves, febrero 19, 2009

Cómo/Si

Cómo decirle a mis ojos que borren tu imagen a fuego grabada,
cómo pedirle a mis sueños que no te sueñen más nada,
cómo exigirle a mi piel que no le hagas falta,
cómo suplicarle al corazón que no de vuelcos al mirarte,
si de imágenes tuyas está hecha mi memoria toda,
si de sueños tuyos están llenos mis recuerdos,
si del calor de tu piel en mi piel es como vivo aquí dentro,
si de vuelcos el corazón te ha hecho un baile.
Cómo explicar esto que abarca una y mil vidas,
cómo dejar de gritar tu nombre en el desierto lejano,
cómo vivir este momento,
cómo dejar de verte cuando de cerca te tengo,
si una y mil vidas quiero ser de ti, propiedad del tiempo,
si de tu nombre me sé de memoria sus consonantes y vocales,
si a fuerza de repetir esta historia me la he creído toda,
si es la fuerza de tu presencia la que me cura el alma.
Cómo.
Si.

jueves, febrero 12, 2009

Mensajes

Saben a tu boca dulce corazón,
dulce olor de labios que callan,
saben a la fruta de la sinrazón,
mensajes ocultos que se hallan.

Arráncame una risa sincera,
despójame de mis ataduras todas,
mírame con tus ojos de larga espera,
hazme escribir de tu amor las odas,

que de nostalgias se convierte mi alma,
por mirarte siempre,
por dejarte la impronta de mi calma,

mensajes de amor en tinta roja,
no hay quien deje de serlo,
no hay quien del amor escoja,

tómame ahora como vino añejo,
apura la copa, diestra la mano,
diestros tus labios,
déjame irme haciendo viejo,
mientras con tus manos me escribes
en la piel un mensaje de propiedad,
un título de amores y ansiedad.

[Para no hacerlo más largo]

martes, febrero 10, 2009

Historia de diez

Mientras el coche tomaba el camino de regreso a casa, ella pensaba en sí
a esas horas de la noche la dejarían entrar, no supo de sí en todo ese tiempo,
repetía para sus adentros, ¿en qué estaba pensando?, esperó a que la luz
intermitente de un semáforo dejara de encandilarla para voltearlo a ver,
a pocos centímetros de ella le parecía tan ajeno pero a la vez tan suyo,
nada podría hacer que dejara de amarlo, de desearlo, aunque sabía que podían
atraparles algún día. Él volteó a verla de reojo, sonriendo buscaba con su mano
garabatear algo en la piel de ella, unas letras, simple mensaje en braile,
así era su lenguaje, en silencio y sin palabras habían aprendido a comunicarse,
regresaban todavía con la respiración entrecortada, con el deseo flotando,
casi sin aliento se decían dos o tres palabras, juntos se reían de su suerte,
intentaban que no se les notara, pero llevaban un letrero pegado en el pecho,
amantes, eso era lo que decía el letrero si es que alguien pudiera leerlo, él buscó
hacerse de la mano de ella, tocarla, rozarle lentamente las líneas que
escudriñaban de alguna manera su destino incierto,
razones había de sobra para saber que aquella historia podía acabar con ellos,
repitieron una a una aquellas razones, era como un mantra, cada tarde que se
encontraban en secreto sus voces se unían para enlistar los motivos por lo que
razonablemente no podían estar juntos, pero había mucho más en los pros,
así se despedían cada noche, había mucho en los pros para seguir adelante.

lunes, febrero 09, 2009

Poema D

Ojos como almendros florecidos, de
tardes que son las mismas y nuestras,
de noche que nunca vienes y se,
que en sueños siempre demuestras,

somos como dos extraños y muestras
los labios al viento que no cede,
como quien invita al beso detrás
de la puerta entreabierta de la fe.

Y yo te quiero todos los días
con sus noches estrelladas como
quiero a mis mejores melodías,

ni de pena el corazón asomo,
ni mi alma que peligra entrevías,
no averiguo de su libro el lomo
[corazón diestro de tantas niñerías].

viernes, febrero 06, 2009

Poema C

Despierto a la misma hora cada noche
y miro tu sueño inacabado, vamos
que voy guardando instantes de reproche,
desnuda el alma mía de reclamos.

Patéticos esfuerzos que nos damos,
por mantener los ojos en derroche
de ilusiones sin querer entregamos
restos de sentimiento cada noche.

Y no es verdad que todo quede
sin decir nada bajo las sábanas,
peca más lo que no se puede.

Y es verdad que en las noches vanas
ese resentimiento viene y muerde,
se queda ahí casi todas las mañanas.