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viernes, febrero 20, 2009

De Princesas y otros Cuentos XXIV

Una sombra se deslizaba por los senderos del pueblo, buscaba.
Xulius recuperaba el aliento frente a la presencia del gran Caballero de Obsidiana, el maestro de todos los caballeros oscuros.
Una princesita se despertaba al mediodía entre las sábanas de su cama, emocionada de saberse enamorada.
Un guardia real, herido, se recuperaba en un rincón de una cabaña cerca del pueblo.
Un caballero negro miraba con orgullo a su maestro, mientras preparaba sus armas para la batalla.
Un aprendiz de caballero escarlata se preguntaba que habría sido de su amada en tanto que su maestro le conducía por el bosque encantado del reino a la búsqueda de un escondite.
Los miembros del Consejo Real debatían sobre el destino del reino sin su princesita, a punto de cumplir los catorce años, edad en la que legalmente podría hacerse cargo del reino y lamentablemente se había perdido.
En la oscuridad de una estancia del Palacio, corridas las cortinas de la ventana para no dejar entrar ni un rayo de luz matinal, una anciana sonreía para sí, pensando que sus planes estaban coronados con el éxito.
Decenas de guardias del palacio regresaban con las manos vacías, tristeza reflejada en el rostro.
En el pueblo, un tabernero abría su local esperando que el cielo siguiera despejado, que los vientos de tormenta de las noches anteriores no estropearan sus ventas.
En la mazmorra del palacio un guardia se desconcertaba al entrar al calabozo vacío, rascándose la cabeza como preguntando qué demonios pasó ahí.
En la oscuridad de una caverna, iluminada apenas por un fuego rojo, el aprendiz de caballero escarlata se preguntaba si volvería a ver a la princesa. En ese momento solo deseaba una cosa, volver a besarla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola:
solamente quiero decirte que ere un ser humano maravilloso.