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viernes, septiembre 20, 2013

Edificio A

Ahí estás,
como escupitajo blanco
en el óleo del cielo,
con tu ojo de luz
premonición de la angustia.

Ahí estás,
impertérrito, incólume,
desconoces tu razón
        y tu existencia,
sólo eres, sólo estás,
como insulto que se cuela
en la oración del mediodía,
como boca enseñando los dientes,
cínico ante la vida.

Te eriges cual monumento
a la fuerza que corrompe.

Dueño del horizonte,
sin posibilidad de un terremoto
que te quite las ínfulas
de reyezuelo en país de ciegos.

Ahí estás.

De concreto tu alma,
de acero tu corazón,
no posees espíritu que te anime,
para eso,
eso ya lo sabíamos.

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